Te diriges a la segunda parte del partido, el público está en pie y el balón está en tu campo.
Mírale seductoramente al otro lado de la habitación; haz que se acerque a ti. Habla con él, ríete de sus bromas, pero demuéstrale que no vas a caer en sus tácticas mujeriegas.
No le eches piropos; haz que las cosas sean ligeras y divertidas. Tócale el brazo por accidente, ríete de vez en cuando y haz chistes un poco verdes.
Hazle saber siempre que eres tú quien pone las reglas y que tiene que respetarlas o no podrá seguir jugando.