Esta es probablemente la razón más común por la que los infieles siguen casados. No quieren perjudicar a sus hijos o temen perder la custodia en el divorcio.
Es muy triste que la mayoría de los matrimonios no entiendan que, de este modo, sólo pueden hacer más daño a sus hijos. Sus hijos tendrán que escuchar sus peleas, y este ambiente tóxico puede tener muy malas consecuencias para su salud mental.