No, no me sentaré en lo alto de la escalera con los brazos cruzados enfurruñada. Ya no soy una niña. No te ignoraré porque no me gustas. No jugaré con nadie. He superado ese periodo de mi vida. Ahora soy mucho más inteligente, mucho más maduro.
Recuerdo que una vez, cuando aún era una niña, mi madre se negó a comprarme una muñeca. Quizá no tenía suficiente dinero, quizá no me la merecía. En cualquier caso, me dijo que NO. Por supuesto, como toda niña, subí las escaleras de mi habitación y me planté en ellas desafiante.
Estaba dolida, porque no tener una muñeca es un gran problema cuando eres sólo una niña. Podía irme a mi habitación y sufrir en silencio, pero no, preferí sentarme en lo alto de la escalera para que mi madre pudiera verme a mí y a mi dolor.
La ignoraba, fingía estar sola, dolida porque no conseguía lo que quería. Por supuesto, lo siguiente que pasó fue que me dieron una muñeca. Mi madre no podía soportar verme así.
Pero las cosas ya no funcionan así. No puedo conseguir lo que quiero siendo inaccesible para todo el mundo, ignorando a todo el mundo. Y lo más importante, no debería. No está bien.
Ahora ha llegado el momento de crecer, y he decidido algo.
Estoy tan jodidamente cansada de estar siempre ahí para todos los que me necesitan, sin importar si se lo merecen o no. Estoy tan jodidamente enfadada conmigo misma por ignorar mi vida para complacer a otra persona.
¿Y yo qué? No, no es egoísta. En serio, ¿qué hay de mí? ¿Qué hay de ti?
Qué pasa cuando necesito ayuda, cuando no puedo más porque estoy a reventar, a punto de explotar. ¿Qué pasa con mi tiempo libre, mis paseos por la naturaleza, mi lugar bajo el sol?
Vine a la persona que amo. Me estaba desmoronando y sin embargo sus problemas eran mucho mayores que los míos. Tenía que suprimir lo que me molestaba y centrarme en él. Tenía que olvidar que mi vida se desmoronaba porque él se sentía mal.
Siempre estaba deprimido; siempre tenía problemas. Nada en su vida podía ser bueno, y mucho menos genial. Fue entonces cuando me di cuenta de algo...
¿No puedo permitirme el lujo de pararme a pensar un rato en mí mismo? ¿Tiene que tratarse siempre de otra persona?
Sabes, soy un luchador. Voy por la vida y nunca me quiebro ante la presión. Siempre me esfuerzo por hacer más y lograr más. El éxito me da el impulso que necesito y los retos superados con éxito me hacen ser quien soy.
Puedo acabar con cualquiera y con lo que sea si quiero, porque no me rindo. Entonces, ¿por qué iba a perder mi tiempo y mi energía con alguien a quien no le importa una mierda? ¿Por alguien que nunca se ha molestado en preguntarse cómo se sienten los demás?
Por eso decidí aprender a no estar disponible. Pero no disponible sólo para las personas que me chupan, los que drenan mi energía y me hacen sentir como un pedazo de mierda.
Me di cuenta de que una clave importante para una vida feliz es alejar a todas las personas que te hacen sentir mal. Mantenerlas lo más lejos posible. Me di cuenta de que no necesito a nadie que entre en mi vida, la ponga bonita al principio y, después de que la líen, se vaya.
No tengo por qué hacerlo, y no me sentiré abatida y destrozada sólo porque alguien haya decidido que tiene derecho a jugar con mis sentimientos y luego marcharse.
He aprendido con el tiempo y he experimentado lo que se siente al estar rodeado de personas a las que no les importa si te pierden o no. Me costó mucho tiempo y lágrimas llegar a esta conclusión, pero doy gracias a Dios por haberlo hecho.
De lo contrario, seguiría atrapada en una vida que no quiero vivir con gente que no quiero a mi alrededor.
Seguiría siendo la que llamaba, mandaba mensajes y era completamente ignorada. Seguiría siendo la que siempre estaría ahí, pasara lo que pasara en mi vida.
Seguiría siendo ingenua, seguiría dejando que se aprovecharan de mí. Seguiría dejando que no me apreciaran y que me pisotearan hasta que encontraran algo mejor y se fueran.
Aprendí a dejarlos ir y a romper el ciclo de que volvieran a mi vida.
Aprendí a no estar disponible, porque es la única forma de romper el patrón de acoger a personas innecesarias en mi vida y dejar que provoquen el caos, sólo para marcharme después.
Me volví selectivamente no disponible porque me he dado cuenta de que mi vida nunca cambiará si no la cambio yo misma. Aprendí que al no estar disponible, estoy más disponible para las personas que realmente lo merecen.