Nunca te has considerado perfecto. Siempre has sabido que tenías muchos defectos e imperfecciones.
Y siempre has sabido que, a veces, cometes errores.
Que a veces haces daño a la gente sin quererlo y que probablemente incluso le rompiste el corazón a alguien sin intención de hacerlo.
Pero incluso cuando haces algo dañino, tienes la capacidad de darte cuenta después. Y te sientes fatal contigo mismo hasta que haces las cosas bien.
Siempre has sido alguien que sabía cuándo era el momento de disculparse y de hacer lo que hiciera falta para que la otra persona entendiera cuánto lo sentías.
Y al mismo tiempo, siempre has intentado encontrar la fuerza para perdonar a los que te hicieron daño. Y cuando eras más joven, asumías que todo el mundo era como tú.
Asumías que la gente nunca tenía intención de hacerte daño e incluso cuando lo hacían, lo hacían sin pensar en las consecuencias de sus actos.
Pero la vida te ha enseñado otra cosa. Te ha enseñado que no todo el mundo es como tú. Que simplemente existen personas mezquinas y malvadas cuyo único objetivo es causar dolor emocional a los demás.
Que hay gente que disfruta viendo a los demás desgraciados y que disfruta haciendo llorar a los demás por ellos.
Con el tiempo, has aprendido que hay personas que se niegan a asumir la responsabilidad de sus actos, incluso cuando están claramente equivocados.
Que hay personas que no admitirían que se equivocaron, aunque fuera lo último que hicieran.
Has aprendido que hay gente a la que no le importa hacerte daño. Y gente que simplemente no quiere o no sabe decir que lo siente, aunque lo sienta.
La vida te ha enseñado que, a veces, sólo tienes que aceptar las disculpas que nunca recibiste. Pero nadie te ha dicho nunca cómo hacerlo.
Cómo dejar de aferrarse a algunas experiencias dolorosas del pasado. Cómo perdonar a alguien que no quiere ser perdonado.
Cómo hacerte olvidar todo lo que has pasado cuando la persona que te ha hecho daño nunca mostró el menor signo de arrepentimiento.
Cómo dejar de estar enjaulado por la amargura que esa persona te hizo sentir cuando te decepcionó o abandonó.
Cómo liberarte de todo el odio que sientes, aunque sabes que no deberías sentirlo. Cómo soltar de verdad el resentimiento que te ha estado comiendo por dentro.
Y cómo hacer todo esto cuando sabes muy bien que esa persona no se merece nada bueno de ti. Cuando sabes que lo último que se merece es tu perdón.
Bueno, déjame decirte una cosa: no te estoy aconsejando que te olvides de todo lo que has pasado.
Y definitivamente no te estoy aconsejando que permitas que esas personas que te han hecho daño vuelvan a tu vida porque eso significaría que les estás dando permiso para hacerte daño de nuevo.
Pero no debes dejar que esto te defina. No deberías dejar que el resentimiento y el dolor te define porque eso significaría que han ganado.
Eso significaría que todo lo que te hicieron fue fructífero y que consiguieron hacerte prisionero de sus palabras y acciones.
Y por eso no deberías tener dudas sobre perdonar a nadie que te haya hecho daño en el pasado. Pero no me malinterpretes: no te estoy diciendo que lo hagas por su bien.
Te digo que lo hagas por el bien de tu salud emocional y mental. Que lo hagas por ti y por nadie más.
Porque ésta es la única manera de liberarte. La única manera de aceptar todo lo que te ha pasado pero dejándolo en el pasado, donde pertenece.
La única manera de dejar de permitir que estas cosas dañinas y personas aún más dañinas del pasado tengan un impacto en tu presente y en tu futuro.
La única manera de cortar realmente con ellos y que pierdan un lugar en tu mente, tu corazón y tu vida.
Porque seamos sinceros, todo esto te consume incluso cuando te has alejado físicamente de quienes te han causado dolor.
Es la única manera de dejar ir la negatividad y seguir adelante con tu vida y la única forma de derrotarlos de una vez por todas.