Cuando me dejaste, pensé que era el fin del mundo. Pensé que mi vida había llegado a su fin y que ya no tenía nada por lo que vivir.
Te lo di todo y, mientras estuve contigo, dejé de existir como otra cosa que no fuera tu novia.
Y cuando te fuiste, ya no sabía qué hacer conmigo misma. Sentí que mi existencia no tenía sentido ni propósito.
Eras la única persona que me traía felicidad y que era capaz de poner una sonrisa en mi cara. Y todo se había ido.
Recuerdo vagamente los meses siguientes. Me pasé todo ese tiempo llorando por ti y esperando a que volvieras. Sentía que lo cambiaría todo en este mundo sólo por oír tu voz y ver tu cara una vez más.
Patético, lo sé. Pero así era exactamente como me sentía. No podía ponerme a hacer nada productivo y todo lo que hacía era pensar en ti. Lloraba desde que me despertaba hasta que me dormía.
E incluso cuando conseguía dormirme, seguía soñando contigo. Este dolor que dejaste atrás consumía todo mi ser y no veía ningún signo de un futuro brillante ante mí.
Supuse que sufriría por ti mientras respirara.
Y entonces, un día, ya no me dolía tanto. Seguía pensando en ti, pero no tenía la sensación de que fuera a morir sin ti a mi lado.
Y desde ese momento, supe que sobreviviría. Sabía que me llevaría tiempo, pero estaba segura de que ocurriría tarde o temprano.
Después de algún tiempo, llegué a la conclusión de que que me dejaras no fue tan malo después de todo. Sólo fuiste una dura lección Tuve que aprender. Vi que era una tonta por pensar que mi vida había llegado a su fin sólo porque tú no estabas en ella.
Me di cuenta de que mi amor por ti no era lo único que me había convertido en la mujer que soy. Me di cuenta de que tarde o temprano pasaría de ti y estaba decidida a hacerlo.
Seguía siendo la mujer que era antes de conocerte. Estuviste muy cerca de romperme y me dañaste emocionalmente, pero no me destruiste por completo.
Al principio, me aterrorizaba pensar que nunca amaría a alguien como te amaba a ti. Tenía miedo de no dejar entrar a nadie después de ti. Estaba segura de que todos me harían daño como tú lo hiciste.
Pero, sobre todo, tenía miedo de que este dolor por el que me habías hecho pasar me dañara de por vida. Estaba segura de que esta experiencia me convertiría en una persona amargada y negativa y que nunca me recuperaría de todo lo que había sobrevivido después de que te fueras.
Fuiste mi lección más dura. Me enseñaste lo que no quiero del amor y cómo no debería ser el amor. Me enseñaste que está bien sentir dolor emocional y que necesito darme tiempo para curarseantes que cualquier otra cosa.
Me enseñaste a no dejarme definir por la presencia o la falta de presencia de otra persona. Me enseñaste a no permitir que nadie diera sentido a mi vida.
Pero sobre todo, me has hecho darme cuenta de que necesito aprender amarme a mí mismo, aunque hayas dejado de quererme. Me hiciste comprender que soy mi mejor amiga y que soy la única persona en la que puedo confiar.
Sí, has hecho que me sea mucho más difícil creer en el amor verdadero. Pero eso no significa que haya perdido completamente la fe en ella.
Sí, jugaste con mi confianza pero no lograste convertirme en una persona insegura.
Sí, has cambiado algunas cosas de mi pero yo seguía esencialmente igual.
Sí, Estaba enfadado. pero no me amargue y no guardo rencor.
Sí, me has herido en más de un sentido pero sé que sanaré y me recuperaré.
Sí, me has hecho vulnerable pero no me quitaste la fuerza.
Sí, me rompiste el corazón, pero no me rompiste a mí.
Y ese es mi mayor éxito.