Las mujeres no son complicadas, simplemente son diferentes de los hombres.
Tardé mucho tiempo en darme cuenta de la diferencia entre los enfoques masculino y femenino, pero luego caí en la cuenta.
Cuando los hombres hablan, hablan sobre todo de hechos. La mayoría de los hombres se limitan a comunicar información obvia sin mucho apego emocional.
Por el contrario, las mujeres se comunican con palabras cargadas de emoción.
Por ejemplo, si un hombre hace un comentario sobre algo que ve, como "Ese vestido no tiene hombros", hay muchas posibilidades de que no piense más que en lo que ha dicho literalmente.
Sólo está haciendo una observación.
Por otro lado, una mujer pensará que él está intentando implica algo diciendo esa información porque así es como se comunican.
Ahí empieza el lío.
Así que este es mi mensaje para los hombres: Piensa antes de hablar. Si te importa la mujer que amas, piensa en cómo la afectarán tus palabras.
No dejes que se preocupe por cosas sin importancia cuando puedes tranquilizarla con una simple frase.
Explica tu punto de vista de la situación antes de dejarte llevar por pequeñeces y acabar en una pelea.
Dile lo que sientes, no te limites a agitar el avispero y luego callarte.
Los ingredientes más importantes de las buenas relaciones son la comprensión y la compasión.
Casi da miedo lo rápido que perdemos la paciencia y la compasión con los que están más cerca de nosotros.
No caigas en la trampa de resentirte con tu pareja antes de preguntarle qué le pasa e intentar encontrar una solución.
El resentimiento es lo que mata lentamente la relación. Sé abierto y sincero. Comuníquese.
Casi todos los problemas tienen solución, aunque cueste verla.
Vivimos en una sociedad que hace todo lo posible para que las mujeres se sientan inseguras y nunca lo suficientemente buenas.
No es de extrañar que de vez en cuando necesiten tranquilidad y una comunicación clara.
Muchas mujeres son demasiado duras consigo mismas y creen que tienen que ser perfectas en todos los aspectos de la vida.
Sienten que tienen que ser buenas en su trabajo, además de una madre perfecta, una gran amiga, una novia o esposa estupenda y, encima, estar siempre deseables.
Eso es mucha presión y, con tanta presión, a veces es difícil tener claras las prioridades.
Por eso no hay nada malo en los momentos en los que necesitas tranquilidad sobre las cosas en las que piensas mucho y pedirla.
Es estupendo cuando alguien te felicita y te tranquiliza sobre algo por su cuenta, pero es aún mejor cuando lo hace en el momento en que lo necesitas.
Las relaciones suelen ser duras porque requieren muchos compromisos, pero cuando hacemos las cosas desde el amor, nada es realmente difícil.
No te irrites por la necesidad de tranquilidad de tu pareja, porque es evidente que eso es lo que le preocupa a diario.
Sé amable y considerado e intenta comprender el motivo.
Todo el mundo necesita seguridad y la seguridad es sólo una forma de validación.
Como seres humanos, buscamos y queremos validación porque esa es nuestra naturaleza y no hay nada malo en ello.
Sin embargo, debemos trabajar para sentirnos mejor en nuestra propia piel y eso significa aceptar todas las partes de nosotros mismos, especialmente las que nos hacen sentir inseguros.
No hay nada más liberador que hacer las paces contigo mismo y, especialmente para una mujer, encontrar tu camino único y tu pasión interior que no involucra a nadie más que a ti.
No temas pedir consuelo cuando lo necesites, pero tampoco temas decir tu propia verdad.
Nadie te conoce mejor que tú mismo y nadie puede darte más validación que tú mismo aceptándote.
Usted desea validación pero no la necesitas. Esa es la diferencia.
Sé lo bastante valiente para darte a ti mismo lo que quieres que te den los demás. Ese es el acto supremo de compasión.
Curar nuestras propias heridas significa encontrar nuestra propia medicina. Una vez que tenemos nuestra propia medicina, somos libres.