Cada desamor es, como mínimo, un coñazo. No sólo sientes el dolor emocional que te ha estado comiendo vivo, estás enfadado.
Estás enfadado con esa otra persona que te aplastó, sin pensárselo dos veces ni importarle las consecuencias de sus actos.
Estás enfadado contigo mismo por tu mal juicio, por dejar entrar a alguien que claramente no te convenía, por confiar en alguien en quien obviamente no debías y, finalmente, por permitir que todo esto ocurriera.
No sólo eso: también estás enfadado con el karma, el destino, la fe, Dios o cualquier fuerza divina en la que creas.
Al fin y al cabo, eres la última persona que merecía pasar por esto, así que ¿por qué ha tenido que ocurrirte a ti esta devastadora experiencia?
Nunca hiciste daño a nadie, y mucho menos a este hombre que te trató como una mierda y acabó dejándote, como si nunca hubieras importado.
De hecho, siempre fuiste la persona más amable posible, alguien que se cuidaba mucho de no herir intencionadamente los sentimientos de los demás.
Pues ahí te equivocas. En lugar de ver esta angustia como lo peor que podría pasarte, deberías estar agradecido por ello.
Da gracias por todo el dolor que estás pasando, por todas las lecciones que has aprendido y por tener una nueva experiencia valiosa en tu vida que te ayudará a convertirte en la mujer que se supone que debes llegar a ser.
Agradece cada desamor porque te ha ayudado a ver muchas cosas con más claridad.
Si no hubiera pasado, no sabrías las cosas que sabes ahora y seguirías teniendo a tu lado a ese capullo que no se merece un lugar en tu vida.
Si no hubiera decidido mostrar sus verdaderos colores, nunca habrías descubierto qué clase de monstruo duerme a tu lado.
Nunca habrías sabido de todo lo que es capaz. Nunca te habrías dado cuenta de que no te quiere lo suficiente.
Nunca hubieras pateado esto hombre tóxico de tu vida y desperdiciaste más años al lado de alguien que tenía lo necesario para romperte el corazónsin tener en cuenta tus emociones.
Seguirías convencida de que tu novio es un buen chico que nunca te haría daño y cuyo amor por ti es eterno e imperecedero.
No serías consciente de que en realidad está dispuesto a abandonarte a la primera señal de un obstáculo o un pequeño inconveniente.
Si este imbécil no hubiera decidido machacarte, nunca sabrías cómo detectar las banderas rojas comunes a todos los hombres tóxicos, y no serías más sabia y cuidadosa a la hora de elegir a tus futuros novios potenciales.
No sabrías cuándo corre por tu vida y cuándo intentar salvar tu futura relación.
Y desde luego no tendrías la capacidad de distinguir entre un buen tipo y un gilipollas que te hará daño.
Si no hubieras experimentado esta angustia, nunca habrías tenido la oportunidad de ver quién es tu amigos de verdad son.
¿Quiénes eran los que siempre estaban disponibles para ti, a los que nunca les importó escucharte y que siempre te ofrecían su hombro para llorar?
¿Y quiénes eran los que siempre estaban demasiado ocupados para hablar de tus problemas y no podían preocuparse por ayudarte a sentirte mejor?
Si no te hubieran roto el corazón, nunca sabrías lo fuerte y poderoso que puedes llegar a ser.
No te habrías dado cuenta de que este no es el peor escenario de tu historia y de que puedes sobrevivir a él, del mismo modo que puedes sobrevivir a cualquier cosa que te depare la vida.
No te habrías enterado de que estar soltero no es lo peor que te puede pasar, y abrazar tu tiempo a solas puede ser la mejor decisión de tu vida, si juegas bien tus cartas.
Nunca habrías descubierto que puedes salir adelante por ti misma y que no necesitas a un hombre para completarte.
Y lo que es más importante: si este chico no te hubiera destrozado el corazón, nunca habrías visto la importancia de quererte a ti misma más de lo que quieres a nadie, y especialmente a tu pareja sentimental.
Nunca te habrías dado cuenta de lo malo que es poner a un chico por delante de ti misma, ni habrías aprendido la importancia de priorizarte sin considerarlo un acto egoísta.
Así que sí, algunas personas te rompen el corazón en mil pedazos cuando ni siquiera lo ves venir.
Dicho esto, en lugar de maldecirles por hacerlo, considérate afortunado por haberte cruzado con ellos, porque en realidad te han ayudado: te han aclarado la visión, te han hecho quitarte las gafas de sol de color de rosa y te han enseñado más de lo que podías imaginar.