Siempre existe esa un persona. Puede que sea un tópico, pero no deja de ser cierto.
Una vez fueron una parte importante de tu vida y ahora no son más que un recuerdo.
Siempre hay una relación. Persistiendo en nuestras mentes. Incluso cuando ya se ha ido.
La gente va y viene de tu vida, pero después de él, sentiste una enorme ausencia. Su marcha te ha cambiado.
No sabes qué le pasa. Parece que, de alguna manera, sale del fondo de tu mente y te persigue de vez en cuando.
No es que fantasees con él a diario. Los recuerdos de él surgen por sí solos.
Sea cual sea el detonante, sigues sin saber qué tiene de especial.
Para ser precisos, ni siquiera estás seguro de que esos recuerdos te resulten agradables.
Pero aún puedes recordar cómo se mueve. Cómo huele. Cómo sonríe.
Cómo camina. La forma en que sus ojos se enfocaban cuando hablaba con pasión.
Puedes recordar los días en los que lo único en lo que pensabas era en ver su cara después de un largo día.
Que te abrace la cara y te bese como si no hubiera nadie alrededor.
Puedes recordar los días que pasasteis juntos felices y despreocupados. Días en los que vivíais sin saber qué iba a pasar a continuación.
Pero esos días ya pasaron.
Una pequeña parte de ti estaría aterrorizada si volvieras a mirarle a los ojos. Aterrorizada porque te resultaría demasiado familiar.
Una pequeña parte de ti. El resto de ti había seguido adelante.
El resto no puede caer en la mera ilusión. Ya no.
Te has cansado de salir ahí fuera e intentar demostrar que eres lo bastante bueno.
Dejaste de creer que hay alguien más que puede salvarte.
Ahora lo sabes mejor. Mientras tanto, tienes que levantarte y construirte de nuevo.
Has trabajado muy duro para ser la mujer que eres hoy. Por eso te mereces más que un hombre que no podía darte lo que necesitabas.
No estás hecho para algún día y el amor que espera. No estás hecho para promesas que nunca se cumplen, para esperar en silencio y sentirte solo.
Estás hecho para las cosas que duran. Estás hecho para el amor que no huye. De los que escriben poemas.
Por eso lo sueltas.
Recuerdas los momentos en los que le echabas tanto de menos que te dolía físicamente.
Recuerdas haberte dormido llorando, pensando que nunca serás lo bastante bueno.
Todavía le echas de menos a veces, pero eso no significa que quieras que vuelva a tu vida.
Has aprendido la lección.
Aprendiste que puedes hacer las cosas por ti mismo. Puedes contar contigo mismo.
Está bien tener a alguien que te abrace, pero es mejor sentirse siempre seguro dentro de uno mismo.
Tuvo su oportunidad y la desperdició.
Sabes que su corazón siempre formará parte del tuyo, pero nunca formará parte de tu vida y estás en paz con ello.
Cada desamor es una señal de que dejamos ir una parte de nosotros mismos. Una parte que voluntariamente dimos a otra persona.
Aun así, eso no significa que nos falte. Cuando damos en el amor, nos quedamos en el amor.
Siéntete orgulloso de haber luchado por ti mismo y de haber hecho de tu vida algo de lo que te sientas orgulloso.
Siéntete orgulloso de ti mismo por no culpar a los demás de las cosas que te han pasado.
Siéntete orgulloso de aprender de tus mejores y peores experiencias.
Permítete alcanzar la mejor versión de ti mismo viviendo la vida con autenticidad.
Vivir con autenticidad significa escuchar tus propias necesidades y darles prioridad.
Eso no es egoísta, sino natural. Si no, ¿cómo podríamos dar a los demás?
Si el amor te ha enseñado algo, es que puedes dar y nunca quedarte seco.
Puedes cansarte, pero el amor no es prescindible. Y tú tampoco lo eres.
Así que compártete con alguien que merezca tu amor y tu belleza.
Camina por la vida con orgullo sabiendo que todo lo que has hecho, lo has hecho con amor.
Siéntete orgulloso de hacerte más fuerte con cada lección que la vida te ha puesto delante y de aprender siempre que te bastas por ti mismo.