Cómo desearía poder retractarme. Todo. El dolor y la agonía. La desesperación.
La humillación que sientes cuando te lanzas, sólo para ser rechazado. ¿Y por qué?
Cómo permití que me hicieras tanto daño que quise meterme en un agujero y morir del dolor que estallaba donde debería haber estado mi corazón.
En ese momento, cuando te fuiste y yo jadeaba, pensé que nunca podría levantarme del suelo. Me quedé allí tumbada, llorando y jadeando durante tanto tiempo que me da vergüenza decirlo.
Dijiste que me amabas, ¿cómo pudiste dejarme así? ¿Cómo pudiste enredarme tanto que necesité que me desenredaras?
¿Cómo pudiste convertir mi rostro, el que tantas veces dijiste que era el más bello que habías visto, en algo completamente irreconocible?
¿Incluso para mí, mi propio rostro un extraño? ¿Cómo pudiste llevarme de amarte a estar desesperada por ti? De tenerte a necesitarte. Del cariño a la obsesión.
¿Cómo pudiste hacer todo eso y luego dejarme en un montón roto en el suelo? Todavía no lo sé, pero doy gracias a Dios de que lo hicieras.
Si no me hubieras dejado, aún estaría sollozando en ese suelo. Podría seguir persiguiéndote por el amor que decías que era mío, pero que compartías con quien te convenía en ese momento.
Si no me hubieras dejado, quizá habría tenido que presentarme en otra Navidad familiar con un ojo morado que mis mentiras no explican cuando la verdad está escrita tan claramente en mi cara.
Si no me hubieras dejado, habría pasado el resto de mi vida sintiendo que no era lo bastante buena, que tenía que luchar por llamar tu atención.
Si no me hubieras abandonado, aún estaría esperando que cumplieras las promesas que me hiciste.
Véase también: Al perderte he ganado mucho más
Me avergüenza admitir que nunca te habría dejado. No importa cuántas veces me hubieras dejado en el suelo, te habría suplicado que volvieras.
No importa cuántas veces me hubieras pegado, habría encontrado la manera de echarme la culpa. Ojalá no fuera cierto, pero el hecho de que tuvieras que dejarme demuestra que lo es.
Así que, gracias. Gracias por dejarme ir y liberarme del control que tenías sobre mí. Fue lo único que hiciste por mí y te estoy muy, muy agradecida.
Hasta este momento no puedo explicar cómo dejé que me convirtieras en la persona que vi en el espejo aquel día. No sé cómo me convertí en un cliché.
Ojalá lo hubiera hecho, porque no lo vi por mí misma. No veía permitir que alguien tuviera tanto poder sobre mí y mucho menos que usara ese poder para hacerme daño.
No te vi venir hasta que te vi marchar, y eso me asusta porque pienso que si me pudo pasar una vez me puede volver a pasar.
Pero no lo hará. No lo permitiré porque ahora sé que el dolor de amarte fue mucho mayor que el dolor de perderte.
Ahora sé que cuando superas el rechazo, y el deseo de luchar por algo por lo que no deberías tener que luchar, cuando por fin dejas ir a una persona que no te trae más que dolor, escuece un poco pero luego llega el alivio.
Cuando dejas de sentir el dolor, empiezas a sentirte libre y empiezas a reencontrarte a ti mismo. Tampoco se tarda tanto como crees cuando aún estás en el suelo.
Así que gracias. Gracias por saliendo ese día y no volver jamás. Fue lo mejor que nos pudo pasar y estoy mejor por ello.
Te desearía lo mejor, pero no lo diría en serio. En realidad espero que te estés ahogando lentamente en algún lugar en un pozo negro de tu propia creación, pidiendo un salvavidas y nadie que no hayas roto está cerca para lanzarte uno.
por Tia Grace