Hay un momento en la vida en el que necesitas cambiar las cosas. Hay demasiadas cosas que creemos que tenemos que hacer, cuando en realidad no son más que cargas innecesarias.
Por desgracia, eso incluye a las personas.
Si eres una persona que se preocupa mucho por los demás y a la que le encanta conocer gente nueva, probablemente te habrás encontrado con personas con las que era muy difícil tratar.
No hablo de personalidades fuertes y diferencias de opinión; hablo de personas que te menosprecian constantemente o que te hacen sentir mal contigo mismo incluso cuando no has hecho nada para merecer ese trato.
Ese tipo de gente vive de tu energía porque son demasiado miserables para tener la suya propia.
Se niegan a asumir responsabilidades, suelen ser celosos y controladores y no pueden alegrarse por los demás.
Encuentran problemas en todo lo que les rodea, pero no ven el problema dentro de sí mismos.
Si alguien que conoces difunde negatividad a diario, siempre se hace la víctima, no deja de decepcionarte, te culpa, te critica o te hace perder tu valioso tiempo, no lo necesitas en tu vida, necesitas que se vaya cuanto antes.
Créeme, merecerá la pena.
Tuve que hacerlo yo porque me cansé.
Me cansé de que me dieran por sentado. Me cansé de ser el saco de boxeo de alguien. Me cansé de oír que todo y todos son siempre malos.
Por no hablar de su constante necesidad de menospreciar todo lo que haces. Nunca nada es suficientemente bueno.
Siempre comentan los defectos más pequeños y no respetan tus límites y a veces incluso se burlan de ellos o se enfadan sin motivo.
Buscan atención de todas las formas posibles para satisfacer su ego hambriento. Por eso tienes que recordar que no estás aquí para entretener a otra persona y resolver sus problemas cuando no quieren enfrentarse a sí mismos primero.
Me di cuenta de que algunas personas no cambian, hagas lo que hagas. Fue entonces cuando me di cuenta de que, para avanzar en la vida, tienes que desprenderte de las cosas que te atenazan.
¿Cómo se hace eso?
Empieza por confiar en ti mismo y en tus sentimientos. Si algo te parece mal, no lo hagas, no te comprometas con ello.
Di siempre lo que quieres decir y no lo que los demás quieren oír. Aléjate del drama y confía en tus instintos.
No tengas miedo de decir que no a la gente y no tengas miedo de separarte de quienes no se preocupan por ti y te hacen sentir mal contigo mismo.
Cortar con la gente no significa que la odies. Sólo significa que has aprendido a respetarte y quererte a ti mismo.
Y eso es algo importante. Las personas tóxicas pueden causarte daño y dolor, pero sin ellas no aprenderás a respetarte más a ti mismo.
No aprenderás que las opiniones de los demás no importan mientras te sientas bien con tus decisiones en tu corazón.
No aprenderás a dejar ir las cosas que van contra tu naturaleza, a alejarte de las cosas que no tienen sentido.
No aprenderás a ser siempre tú mismo a pesar de la presión para cambiar y retraerte.
No te rindas, no te hagas el pequeño. No pierdas el tiempo jugando al juego de otros en lugar de experimentar plenamente tu vida.
Céntrate en ti mismo, en tus objetivos y en las personas que te quieren.
Hay muchas personas en tu vida que merecen tu atención y tu amor, personas que no juegan a vicios ni eluden responsabilidades.
Esa es la clase de gente que necesitas.
Reenergízate, pasa tiempo contigo mismo. Sé amable contigo mismo cuando estés cansado, no sacrifiques tu felicidad para hacer felices a los demás.
Conoce tus límites y tu autoestima.
Perdona a todos pero no repitas tus errores.
Y lo que es más importante, perdónate por tratar con personas que no te merecían.
Eres lo suficientemente bueno tal y como eres y ninguna toxicidad podrá cambiarlo.