Cuando caes en el punto más bajo de tu vida y todo tu cuerpo está dolorido por el dolor que sientes en lo más profundo de tu corazón y de tu alma, no te queda más remedio que cambiar.
No tienes más remedio que cambiar tu forma de hacer las cosas, de ver el mundo y de permitir que los demás te traten.
Cuando te cansas de que te rompan una y otra vez, cuando te cansas de hacer cosas diferentes pero acabar siempre en el mismo sitio, cuando te cansas de que la gente te decepcione constantemente, te das cuenta de que no tiene sentido enfadarse con nadie ni guardar rencor porque, al final, no te sirve de nada.
Durante mucho tiempo, he estado enfadada con el mundo entero. Durante mucho tiempo, estuve librando batallas dentro de mi cabeza, manteniéndome despierto hasta altas horas de la noche y discutiendo con Dios por permitir que todo me hiciera daño.
Pero entonces me di cuenta de que no es Dios quien me está haciendo tanto daño. Soy yo quien se aferra al dolor que otros me causaron.
Durante mucho tiempo, guardé rencor y permití que mi ira extendiera sus raíces en mi interior. Yo era el único responsable de dejar que mi alma se pudriera porque no sabía lo contrario.
Todavía lucho con ello, pero poco a poco estoy aprendiendo a dejarlo ir. Estoy aprendiendo poco a poco la sabiduría de esta vida.
Poco a poco voy aprendiendo que los que se fueron nunca estaban destinados a quedarse.
Todos los que entraron en mi vida tenían un propósito. Era para amarme, romperme o enseñarme una lección. A veces era todo eso a la vez.
Pero independientemente de los sentimientos causados o de mis deseos de que sigan en mi vida, ahora sé que nadie que no debiera estar en mi vida podría quedarse por mucho que lo deseara.
Poco a poco voy aprendiendo que los que no estuvieron a mi lado cuando debían no sabían lo que hacían.
No todas las personas de este mundo tienen la capacidad de sentir empatía. No todas las personas sienten que es su obligación estar ahí en momentos de necesidad para aquellos que han estado ahí para ellos.
No le gusto a toda la gente y no pasa nada. Ahora sé que los que decidieron no estar a mi lado no lo sabían.
No saben cuidar a nadie más que a sí mismos. Y decepcionarme no tuvo nada que ver conmigo. Por fin estoy listo para aceptar que no fue mi culpa.
Poco a poco estoy aprendiendo que los que me hacen daño no necesitan tener poder sobre mí para siempre.
Estoy aprendiendo a dejar de dar poder sobre mí a las personas que me hacen daño. Estoy aprendiendo a perdonar y seguir adelante.
Poco a poco estoy aprendiendo a curarme, a remendar mis heridas y a no permitir que la gente tenga poder sobre mí mucho después de haberme hecho daño.
La verdad sea dicha, ellos eligieron hacerme daño deliberadamente o eligieron ser ajenos a las cosas que me hicieron, así que ¿por qué debería permitirles ocupar mi mente y perturbar mi paz? No debería y no lo haré.
Poco a poco estoy aprendiendo que no necesito forzar nada.
Ha llegado el momento de admitirme a mí misma que las personas que están destinadas a estar en mi vida no esperarán que las persiga. No tendré que suplicar nada a nadie, ni su amor, ni su tiempo, ni que me pongan en su lista de prioridades.
Tengo que aprender a ser paciente y confiar en que cada cosa tiene su propia temporada en mi vida, y que las cosas que están destinadas a ser encontrarán su camino hacia mí. Mientras tanto, lo menos que puedo hacer es intentar ser la mejor versión de mí misma. Tan sencillo como eso.
Poco a poco estoy aprendiendo que vivir en el pasado no es realmente vivir.
Durante mucho tiempo, me aferré a acontecimientos pasados y los repetía en mi cabeza. Durante mucho tiempo, tuve la fea costumbre de pensar en las cosas que me hacían daño y en lo que podría haber hecho para evitarlas.
Durante mucho tiempo, imaginé los sucesos que me rompieron el corazón con distintos desenlaces. Y así no se vive la vida.
Así es como te quedas atascado en el pasado y te pierdes la vida. Tienes que dejar ir lo que ha sucedido para poder acoger plenamente las cosas de la vida que se dirigen hacia ti.
Estoy aprendiendo poco a poco a tomar las riendas de mi vida.
He dejado que muchas cosas que me han sucedido determinen el curso de mi vida. He permitido que las acciones de otras personas afectaran a mi comportamiento y a la forma en que me trato a mí mismo y a mi vida.
Durante mucho tiempo, fui tóxica para mí misma porque no sabía cómo soltar o cómo hacerme cargo. Me aferraba a cosas que habían sucedido y todo se consumió en mí durante demasiado tiempo. Pero ya no.
Ha llegado el momento de perdonar a quienes me hicieron daño. Es hora de seguir adelante.
Es hora de desprenderme de todo el bagaje emocional que tengo; es hora de aceptar todas las lecciones que aprendí y que otros me obligaron a aprender. Es hora de olvidar el dolor que otros me causaron y de no permitir que lo vuelvan a hacer.
Es hora de ser feliz. Puede que no lo consiga de inmediato, pero estoy preparado para ese viaje.
No ocurrirá de la noche a la mañana, pero estoy seguro de que acabará ocurriendo.