Cometo errores y tiendo a repetirlos. Me enamoro de la gente equivocada, Doy mi confianza a gente que no la merece.
Llevo mi corazón en la manga y espero que de algún modo no se rompa. Contigo pasó lo mismo. Tenías la mala costumbre de romperme una y otra vez, y yo te dejaba hacerlo, porque esperaba que dejaras de hacerlo.
Si te amara lo suficiente, si me esforzara lo suficiente, finalmente me amarías como yo te amo.
Pero nunca lo hiciste.
Dejé que me hicieras dudar de mí misma. Todos tus comentarios sobre mi aspecto, como que podría perder algo de peso, que podría llevar el pelo de otra manera, que debería maquillarme más.
Todas esas veces que me enseñabas a una mujer cualquiera en un bar y no parabas de hablar de cómo yo podría ser ella si me esforzara un poco más. Todas esas veces que te burlabas de mi trabajo y de mi sueldo, diciendo que escribir no era un trabajo de verdad.
Todas esas veces que me menospreciabas, me odiaba un poco más. Pero no más.
Dejé que me separaras de mi gente. Pasar tiempo contigo al principio fue increíble.
Llegar a conocerte, conocer tu cuerpo y cómo se movía con el mío, era como mi droga. Pero de algún modo te convertiste en la única persona con la que pasaba mis días y mis noches.
Me hacías sentir culpable para que pasara contigo cada minuto de mi tiempo libre, y si no lo pasaba contigo, seguía esperándote. Pero ya no más.
Dejo que me hagas sentirse antipático. Pensaba constantemente que era yo. Era porque no era lo suficientemente bueno, era porque no me esforzaba lo suficiente.
Era porque no era lo bastante guapa, no era lo bastante delgada, no era lo bastante lista. Simplemente no era suficiente. Dejé que me hicieras sentir que todo era culpa mía.
Todo tu comportamiento abusivo, el infierno tóxico por el que me hiciste pasar, creí que todo era culpa mía. Pero ya no.
Dejé que me rompieras, una y otra vez. Cada vez que miraba una pantalla vacía, me rompía.
Cada vez que mirabas a otra mujer como nunca me miraste a mí, me rompía un poco más. Cada vez que me menospreciabas, cada vez que me dejabas de lado, cada vez que decidías elegirte a ti en vez de a nosotros, me rompía.
Cada vez que me quedaba dormido solo en una cama vacía, cada vez que volvía a casa sin nadie, cada vez que me sentía solo a tu lado, me rompía. Pero ya no.
Ahora te dejo ir. Me cansé de ser la única elección que nunca hiciste, me cansé de ser tu cubo de basura para todos tus fracasos. Estoy harto de sentirse indigno, no querible.
He terminado contigo. Tiendo a repetir errores, pero este, no más. Porque, verás, si algo hice bien en mi vida, fue cuando decidí dejarte ir.
Ahora sé lo que valgo, sé que soy más que suficiente. Por fin sé que nunca fue culpa mía.
Y por fin sé que dejar ir a veces es mejor que luchar, porque algunas relaciones no están destinadas a ser. Algunas personas no son dignas de lágrimas y dolor, y seguro como el infierno, nunca fuiste digno de mi.
Así que me gustaría aprovechar esta oportunidad para darte las gracias por no haberme querido nunca, porque aprendí a quererme a mí misma. Y gracias por darme la oportunidad de hacer por fin lo correcto: elegirme a mí antes que a ti.