Admitámoslo, las relaciones amorosas de hoy en día se han desviado de todo lo que antaño se consideraba normal y hermoso.
Pero la mayoría seguimos creyendo que el amor verdadero existe y que nos llegará cuando tenga que llegar. No cuando nosotros queramos, sino cuando deba ser.
Llevaba un tiempo soltera. Había estado en una relación muy mala que me llevó a un lugar muy malo.
Me deprimió y me hizo sentir solo. Empecé a dudar de cada uno de mis movimientos. No tenía fuerza de voluntad. Sólo quería acurrucarme en la cama y llorar. Tardé mucho tiempo en volver a ser la de antes.
Incluso cuando llegué a ese punto, todavía no estaba preparada para tener citas. Pero aun así, seguía pensando que si tuviera a alguien que me abrazara durante un tiempo, empezaría a sentirme mejor. Sería más fácil llevar esta carga.
Creo que la mayoría de la gente tiene un deseo innato de cercanía. Necesitamos sentir el calor de otro ser humano para sobrellevar el día.
Y siempre seguía pensando que esa persona tenía que ser alguien con quien tuvieras una relación. Pues resulta que no tiene por qué serlo.
Siempre he tenido ideas en la cabeza de cómo debía ser todo. No soy el tipo de chica a la que le gustan los rollos de una noche.
Siempre he necesitado emociones para estar físicamente cerca de alguien. La idea de pasar la noche con alguien y luego seguir cada uno su camino me asustaba.
Mis amigos tenían sus follamigos o amigos con derecho a roce para superar los momentos en los que estaban aprendiendo a estar solos. A veces esas relaciones acababan en lágrimas y otras veces se separaban como amigos y a veces incluso seguían siendo amigos; variaba.
Supongo que tienes que tenerlo en ti para manejar eso. Para mí, nunca sonó atractivo. Me encariño muy fácilmente.
Creo que ese tipo de relación me habría destrozado aún más de lo que ya estaba. No me ayudaría a recuperarme de una ruptura. No me ayudaría con la soledad que conlleva la soltería.
Estaba decidida a quedarme soltera hasta que me di cuenta.
Pero la vida te juega malas pasadas. Y ya sabes que todos tenemos esos momentos en los que nos damos cuenta de que todo lo que dijimos que nunca haríamos, acabamos haciéndolo de todos modos.
Por eso descubrí lo que significa cuddle buddy, aunque nunca antes había oído hablar de ese concepto.
Dije que nunca estaría en ningún tipo de casi relación. Lo quería todo o nada. Pero este chico me hizo cambiar de opinión.
Hizo que dejara de pensar en el futuro, que dejara de planificar mi vida y empezara a vivir el momento, a tomar un arriesgarme para variar. Porque ir a lo seguro no me había llevado a ninguna parte.
Todo sucedió espontáneamente. Era amigo de un amigo y empezamos a vernos en reuniones mutuas.
Al cabo de un tiempo, nos dimos cuenta de que teníamos tanto en común que empezamos a salir solos.
Empezamos como amigos. A medida que nos acercábamos y entablábamos conversaciones más profundas, nos dimos cuenta de que ambos estábamos en el mismo estado.
Ambos estábamos rotos. Aún no estábamos listos para tener citas. Y nos gustaba tenernos como amigos y nada más.
Sugirió que fuéramos compañeros de mimos. Me reí mucho. No tenía ni idea de lo que significaba, pero sonaba bien. Dijo que son amigos que se abrazan; se tocan, se abrazan pero no tienen sexo.
Realmente sonaba gracioso, todo eso, especialmente viniendo de la boca de un hombre adulto. Pero al mismo tiempo, sonaba tentador. Para ser sincero, no echaba tanto de menos el sexo.
De vez en cuando se me pasaba por la cabeza, pero no me apetecía. Lo que más ansiaba eran mimos y abrazos. Sentir el calor de un hombre cerca de mí.
Echaba de menos que alguien me acariciara el pelo. Echaba de menos el contacto físico de esa forma tan dulce. Cuando sabes que el abrazo de alguien podría mejorar todo tu día.
Decidí probarlo. No tenía nada que perder, puesto que ya no tenía nada. Me daba un poco de miedo que arruinara nuestra amistad, pero pensé que si él estaba dispuesto a arriesgarse, yo también.
Nuestra primera vez de mimos empezó viendo una película en su casa. Al principio estaba un poco nerviosa. Empezamos a hablar y a hacer bromas. A medida que pasaba el tiempo, yo estaba más relajada.
Me abrazó de repente y nos quedamos así un rato. Vimos la película acurrucados el uno junto al otro y fue genial. Fue como si alguien me hubiera devuelto toda la energía que había perdido por el camino.
De vez en cuando nos reuníamos para ver una película así. La verdad es que me alegré de haber seguido adelante con todo esto.
Admito que preferiría estar en una relación agradable y estable antes que hacer esto, pero lo había encontrado de repente.
Y creo que nos utilizamos el uno al otro porque a los dos nos faltaba cercanía.
En algún momento, los mimos empezaron a significar más. Empecé a quererlo, a quererlo más que a un amigo.
Así que no tuve más remedio que confesarle mis sentimientos y ver qué pensaba él al respecto.
Ya me había preparado para lo peor, que él le pondría fin y acabaría con nuestra amistad. En lugar de eso, en cuanto pronuncié las palabras, me besó. No podía respirar bien de la emoción. Mi corazón latía como loco.
Ahora estamos saliendo. Todo ha salido bien. Pero cuando tuve tiempo de pensarlo, había corrido un gran riesgo.
También podría haber sido al revés y en lugar de sonreír podría estar llorando ahora mismo.
Podrían haberme roto el corazón de una forma más devastadora que nunca.
Porque en esto de los mimos, me he enamorado de su alma.
Y no, no estoy siendo pesimista. Sólo estoy diciendo que podría haber ido de cualquier manera.
Y si estás por ahí, pensando en tener un compañero de mimos, piénsatelo dos veces, y piensa si ese hombre merece el riesgo de enamorarte de él.
Si él vale la pena el riesgo de tener el corazón roto. Si no, aléjate. Creo que acabo de tener suerte.
Porque si algo aprendí de esto es que no puedes controlar tus emociones, y que los mimos no son tan inocentes como parecen. Te llegan al corazón.