Mi peor recuerdo de la infancia incluye despertarme con el sonido de la voz de mi padre gritando y chillando a mi madre, sin razón aparente. Nunca olvidaré sus lágrimas. Salían a borbotones de sus preciosos ojos marrones y parecía que no iban a parar nunca.
Al día siguiente todo iría bien. Pondría una sonrisa en su cara. Nos preparaba la comida. Haría todo lo posible por hacerle feliz, aunque lo único que él hacía era entristecerla. No le encontraba sentido a toda la situación que se desarrollaba ante mis ojos.
Verás, mi padre no era alguien a quien pudieras llamar un hombre en el verdadero sentido de la palabra. Era un imbécil despreciable cuya misión en la vida era hacer a mi madre lo más desgraciada posible. Sabía cuánto le importaba y lo usaría en su contra.
Por esa única vez que la trataba bien y le caían las estrellas del cielo en el regazo, lo estropeaba con otras diez veces que la trataba como una mierda. Había días en los que ella no podía decir nada bien en su opinión. Le faltaba al respeto, la menospreciaba y le demostraba de todas las maneras posibles que ella no era suficiente.
Aún no sé cómo consiguió manipularla con tanta habilidad. Todo lo que hacía acababa siendo culpa de ella. Él jugó el papel de la víctima con tanta precisión que casi me hace ir, aunque yo sabía que las cosas que salían de su boca no podían estar más lejos de la verdad.
Me rompió el corazón verla así. Él la estaba destruyendo emocionalmente. Cada vez que la maltrataba, ella lo perdonaba. Cada vez que ella quería irse, él se hacía el simpático un rato y en cuanto veía que la tenía, volvía a ser el lamentable que era.
Le rogué a mi madre que se fuera. Le rogué que se antepusiera a él. Sabía que podía tener una vida mejor y más tranquila sin él. Pero no podía irse. No sé si era amor o miedo a quedarse sola y empezar de nuevo.
Sólo se fue cuando ya era demasiado tarde. Cuando el abuso emocional se convirtió en físico. Tenía sentimientos encontrados al respecto. Lamentaba que saliera lastimada, pero me alegraba de que finalmente tuviera el valor de alejarse de las garras de mi padre. Los dos estábamos mejor sin él. Y años después, cuando por fin rehizo su vida y aprendió a quererse a sí misma, me dijo que de lo único que se arrepentía era de no haberse ido antes.
Mi pesar es el mismo. Ojalá nunca hubiera tenido que verla pasar por eso. Ojalá nunca hubiera oído esos gritos y llantos. Pero hay algo positivo que aprendí de mi padre: me enseñó cómo no hay que tratar a las mujeres y por qué es crucial que ellas se quieran primero a sí mismas.
Mi propia experiencia me ha llevado a escribir este artículo y a ofrecer algunos consejos a todas las mujeres que permanecen en relaciones equivocadas, conformándose con menos de lo que merecen y tolerando lo intolerable. Es hora de hacer las maletas y marcharse. No esperes a que su maltrato se convierta en físico. Que no te haya pegado no significa que no te haya hecho daño con sus palabras y sus acciones.
Para tener cualquier tipo de relación, es importante quererse a uno mismo en primer lugar. Es importante ponerte a ti mismo en la posición más alta de tu lista de prioridades. Sólo entonces tendrás una oportunidad para el amor verdadero. Cuando seas feliz y te sientas cómoda estando sola, no tolerarás que alguien te trate como si fueras menos.
Dejarás las relaciones en las que te dan por sentado. Sabrás que todo lo que das a otra persona debe ser recíproco. Que no debes entregar todo tu ser a alguien que no está completamente en esa relación contigo. No te conformarás con atisbos ocasionales de felicidad cuando sabes que mereces más.
Tienes que descubrir tu valía y aferrarte con fuerza a ese sentimiento. No le des a nadie más que a ti mismo el poder de determinar tu valía. Que alguien te trate como si no fueras suficiente no es razón para que empieces a creerlo tú mismo. Es él quien no es suficiente. Es él quien tiene problemas e inseguridades y los refleja en ti. Es él quien no es suficiente para ti. Y no debería formar parte de tu vida.
Su amor no debe ser utilizado en su contra. Tu bondad, compromiso y devoción hacia él no deben ser vistos como debilidades. Un hombre de verdad estaría más que feliz de tener una mujer así a su lado, pero un delincuente sólo utilizará estos rasgos como herramienta para manipularte y que hagas las cosas a su manera.
Si te sientes manipulado o controlado, vete sin pensártelo dos veces. Esos no son sentimientos que se tienen cuando se está en una relación sana. Cuando estés con un hombre de verdad, no habrá juegos de culpas ni se hará la víctima cada vez que pueda. No sacará a relucir tu pasado para herirte en el presente. No te menospreciará para sentirse superior o mejor que tú.
Lo que habrá -y lo que debería haber- es respeto, honestidad, confianza y amor hasta el final. Cuando estés con el hombre adecuado, te hará sentir que el mundo es tuyo para conquistarlo. No se aprovechará de tus miedos e inseguridades. Los calificará de irrelevantes y te animará a que luches contra ellos y consigas más.
Así que espera a ese hombre y nunca te conformes con menos. Quiérete lo suficiente como para alejarte de todo lo que no te haga sentir querida, amada y segura. Quédate con alguien con quien incluso un día lluvioso te haga sentir bien porque tú brillas desde dentro.
Ante todo, tienes que trabajar en la relación más importante que tienes: la que tienes contigo mismo. Esa relación marcará la pauta para todas las demás.
por Owen Scott