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Dios me perdone por seguir queriendo a mi maltratador

Dios Me Perdone Por Seguir Amando A Mi Abusador

Creo que nunca me hubiera imaginado estar en un lío como este. Creo que nunca me imaginé capaz de amar a alguien que me rompió, alguien que consiguió destruir todo por lo que tanto había trabajado. Pero lo hago.

No puedo quitarme la sensación de que podría haber hecho las cosas de otra manera.

Quizá si me hubiera esforzado más, quizá si me hubiera quedado un poco más, él habría cambiado. Tal vez si le hubiera dado otra oportunidad, tal vez esta vez sería diferente. Pero intento recordarme cada día que yo nunca causé nada de esto, así que no tengo poder para cambiarlo. Cada vez que sueño con su cara, me obligo a mirar las cicatrices de mis brazos.

Cada vez que sueño con sus labios, me recuerdo todas las palabras de odio que pasaron por ellos. Cada vez que me encuentro echando de menos al hombre del que una vez me enamoré...me recuerdo a mí mismo el hombre en el que se convirtió al final. El hombre que me destruyó.

Pero, que Dios me perdone, aún le quiero.

Todavía le oigo gritar detrás de mí, llamándome para que vuelva a la casa, llamándome para que vuelva con él. Suplicándome que me quedara. Y durante tanto tiempo, me pregunté si había hecho lo correcto.

Me dijo que me necesitaba, pero le abandoné. Me pidió que le ayudara, pero en lugar de eso, elegí ayudarme a mí misma.

Me suplicó que me quedara, pero huí. Quizá, si me hubiera quedado, quizá si hubiera intentado ayudarle, podría estar mejor. Pero ya ves, cuidar de alguien no puede ser a costa de abandonarse a sí mismo.

Ocuparme de sus necesidades y desatender las mías es lo que hice el resto de nuestra relación, así que intento recordarme cada día que no fui yo quien le abandonó.

Nos abandonó en el momento en que levantó la voz, en el momento en que me arrojó contra un espejo. Nos abandonó en el momento en que me convirtió en un objeto.

Pero, que Dios me perdone, aún le quiero.

Nunca me fui porque decidí que no lo amaba. Nunca me fui porque su abuso se llevó mi amor. Me fui porque decidí que me quería más a mí misma.

Lo dejé porque no podía seguir esperando que cambiara y que me rompiera el corazón a diario cuando me diera cuenta de que no lo haría. Lo dejé porque no podía seguir amándonos a los dos, esperando que mi amor cambiara su comportamiento. Esperando que tal vez mi amor fuera lo suficientemente fuerte como para ahuyentar al maltratador de él. Pero nunca lo fue.

Mi amor, mis esperanzas, mis sueños, eran sólo juegos para él. Mis sentimientos y mi cuerpo eran juguetes para él. No tenían nada que ver conmigo, todo giraba en torno a él y a sus necesidades.

Pero, que Dios me perdone, aún le quiero.

Sigo amando al hombre que me hizo sentir la mujer más afortunada del mundo.

Sigo queriendo al hombre que me traía café a la cama y rosas todos los domingos. Sigo amando al hombre que me cantaba nanas cada vez que estaba enferma. Sigo amando al hombre que me besaba para quitarme las lágrimas de la cara, el hombre que besaba cada centímetro de mi cuerpo, haciéndome sentir como si fuera una diosa a la que adoraba.

Sigo amando al hombre que una vez conocí, y aún puedo ver pedazos de ese hombre en el que dejé. Aún puedo ver rastros del amor que solía haber en sus ojos y las curvas de su sonrisa en su cara. Aún puedo sentir el calor de su cuerpo contra el mío. Aún puedo ver al hombre que una vez amé, pero no creo que él pueda hacer lo mismo.

Supongo que al final, no es a Dios a quien debo pedir perdón. Es a la mujer que solía ser.