Durante días, cavilé en mi mente, buscando una razón por la que elegiste no para amarme.
Meses de resentimiento, amargura y rabia corroían mi espíritu apacible. Tantas preguntas sin respuesta me desvelaban todos noche.
Mi almohada empapada de lágrimas, mi corazón absolutamente roto. La ansiedad entró como un ladrón en mitad de la noche, dispuesta a llevarse todo lo que sentía que quedaba de mí. No podía seguir cargando con este equipaje innecesario.
Estos sentimientos no estaban bien. No tenía que ser así. No tenía que ser así, controlada por mis pensamientos.
Verás, no fue hasta que finalmente me di cuenta de que lo que había dejado que consumiera mi mente siempre se apoderaría para controlar mi vida, que entonces comprendí que podía liberar a mi propio yo.
Libre de las mentiras que me habían inmovilizado durante tanto tiempo. Libre de los recuerdos dolorosos que estaban incrustados en mí.
Libre del anhelo de aceptación. Ahora podía soltar ese equipaje, y ya no tendría la capacidad de dictar mi día, mi futuro, mi vida.
Liberarme era elegirme a mí misma. Por lo tanto, elijo tomar estas circunstancias desafortunadas y dejar que me construyan en lugar de derribarme.
Elijo disfruta de la vida de nuevo y ver mi valía. Elijo amarme a mí misma, respetar mis valores y establecer mis propias normas.
Que salieras de mi vida fue lo mejor que me podía haber pasado en aquel momento. Me dio la oportunidad de empezar de nuevo y me ayudó a darme cuenta de que no necesitaba lo que durante tanto tiempo había pensado que quería.
Yo era lo suficientemente bueno para mí y con toda honestidad... demasiado bueno para ti.
Sin embargo, en medio de todo esto... te perdono. No porque te lo merezcas, sino porque Merezco la paz.
Merezco seguir adelante con mi vida, aceptando de todo corazón mis errores. No - el perdón no excusa tu comportamiento, pero me permite sanar de mi pasado.
Si no hubiera sido por tu orgullo y por cómo me trataste, quizá nunca me habría dado cuenta de lo mucho más digna de amor que era.
Sí, nunca debí ceder a mis propias inseguridades, pero tampoco tenías que manipularme. Lo hiciste sin esfuerzo de todos modos y eso está bien.
Así que, con toda sinceridad, te doy las gracias por sacar todo esto a la luz. Por abrirme los ojos a la verdad, aunque fuera difícil de aceptar. Nunca más me cegará el amor, gracias a estas lecciones que aprendí de mi dolor.
Desde el fondo de un corazón que se está reparando.
Gracias, señor.
por A.L.