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Qué se siente cuando la depresión es tu segundo nombre

Cómo se siente cuando la depresión es tu segundo nombre

Soy una de las muchas caras de la depresión. No, la depresión no siempre es evidente. La gente parece pensar que la depresión parece algo sombrío o frágil, tirado con el último hilo de cuidado, pero a veces la depresión es la persona más brillante de la habitación. Es la persona que te alegra el día con su encanto, la señora de la oficina que brilla de entusiasmo, el hombre de la iglesia al que admiras por sus aparentes maneras. Ni en un millón de años te imaginarías que, a veces, detrás de esa sonrisa... hay una persona con tantas emociones complejas embotelladas en su interior. Una persona que tratando de ser fuerte para todos, cuando apenas consiguen ser fuertes para sí mismos. Conocen el sentimiento de soledad, de ser indigno o de no sentirse querido. Te protegen y te colman de tanta bondad, para que no tengas que sentir lo que ellos sienten cada día.

Luchar contra la depresión significa que hoy me despertaría como cualquier otra persona, excepto que en el momento en que abriera los ojos, la realidad me invadiría al instante. Un río de emociones inundaría mi mente. Aunque estaba agradecida por estar viva, la depresión me hacía sentir insegura sobre cómo afrontar el día. Cuando por fin salía de la cama, lo más probable es que estuviera cansada o asustada. Mientras me preparaba, forzaba una sonrisa y me aseguraba en silencio que podría fingir otro día, si era necesario.

La depresión es como una máscara social que te pones. Una máscara que te ayuda a saludar a la gente la mayoría de los días, aunque secretamente te estés ahogando en tus penas. Por favor, entiende que la depresión es una lucha constante. Intentas parecer cuerdo para la sociedad, cuando en realidad tu mente es un completo desastre.

 

 

Cuando me preguntaron si estaba bien, mi respuesta fue: "Estoy cansada", una respuesta confundida una y otra vez con somnolienta. No estaba cansada por el sueño, estaba cansada de luchar contra mi propia mente. Sin embargo, no vieron las pistas, las señales, los indicios. No porque fueran inconscientes, sino porque no entendían. ¿De qué sirve responder que eres bueno cuando no lo eres? Siempre tuve miedo de salir y admitir abiertamente mi problema ante el mundo, de sentir que me rechazarían. Por eso nunca respondía a nadie con sinceridad.

No me malinterpretes. Hay días buenos. Días que son geniales. Me río, hablo, disfruto de las cosas. Y a veces incluso pienso que estoy perfectamente bien. Siento que tal vez, sólo tal vez, las cosas están volviendo a la normalidad. Pero hay que darse cuenta de que a veces esa sensación se desvanece tan rápido como aparece. Es como si un interruptor se apagara sin previo aviso. Puede que hoy haya sonreído, pero eso no significa que esté completamente bien. De momento estoy bien.

Confuso, ¿verdad? Bueno, así es mi mente, día tras día. Intento explicarlo de la mejor manera que sé. Si alguna vez has sufrido depresión, puede que estas palabras tengan sentido. Si no, por favor, ahórrate los comentarios duros o sarcásticos. Sé consciente de lo aterrador que puede ser abrirse. Exponerme me expone a que me hagan daño o me juzguen. Tus comentarios descuidados pueden añadirse a mi lista de inseguridades, que ya van en aumento.

Necesito que me escuches, porque para mí llorar es una terapia. No quiero que me digas que soy suicida o que necesito medicación, porque no siempre es así. Sólo necesito una persona en quien confiar, alguien a quien recurrir. No estamos locos. Necesitamos tiempo para curarnos, tiempo para pensar, tiempo para arreglar la ruptura por dentro. Necesitamos apoyo, necesitamos amor, necesitamos seguridad.

Recuerda, simplemente afrontamos de forma diferente lo que la vida nos depara. Sí, rezamos, luchamos, lo intentamos. Sólo somos personas que buscan la luz al final del túnel. Un rastro de esperanza. Algo que nos salve de la desesperación.

por A.L.