Aún le echo de menos, aún deambula por el fondo de mi mente como un huésped no invitado y no puedo evitarlo. Está bien cuando estoy despierta.
Es más fácil durante el día, pero cuando llega la noche, cuando me quedo a merced de mis propios pensamientos antes de irme a dormir, él aparece y no hay manera de que pueda ahuyentarlo.
No hay forma de apagar mi mente y encontrar esa pequeña parte de paz sin él que tanto ansío.
Tantas veces he visto a un completo desconocido por la calle y el color de su camisa me ha recordado el color de sus ojos.
El olor de un extraño inocente me devuelve a los días en que éramos felices. Todo eso me hace pensar. Todo eso me hace añorar el pasado.
Ocupo mis días sólo para olvidarle.
Estoy haciendo todo lo posible sólo para no recordar su cara, su olor, su caminar o su hablar. Hago todo lo posible para no echarle de menos porque sé que no debería.
Sé que no debería pero de alguna manera no puedo no hacerlo.
Y no tiene ningún sentido en realidad. Debería odiarle. Debería odiar la sola idea de él, su presencia, su todo.
Y, sin embargo, siempre está ahí, en el fondo de mi mente, esperando a que derribe mis muros y le deje entrar en mis pensamientos.
Nadie lo entiende. Nadie sabe cómo me siento. No puedo dejar que nadie lo sepa. Después de todo lo que me ha hecho, no tengo derecho a... le echo de menosSólo un loco haría eso y yo lo hago. Así que mantengo la boca cerrada y me duele solo.
Tengo que guardármelo para mí. Tengo que quedarme callada y pasar por este dolor de ya no tenerlo todo para mí.
Sé que ahora es difícil dejarlo ir. Sé que nada desaparece de la noche a la mañana, pero no entiendo una sola cosa.
La parte racional de mí sigue gritando que me olvide de él. No deja de recordarme las cosas horribles que me hizo. Sigue diciéndome que nunca cambió, incluso después de tantas oportunidades dadas y que esta vez no sería diferente.
Pero la parte emocional de mí, la parte "loca", sigue trayéndolo de vuelta. Sigue mostrando destellos de su cara sonriente. Sigue provocando empatía y anhela que vuelva, aunque no debería.
La verdad es que sólo recuerdo las cosas buenas.
Recuerdo cómo me hacía reír tanto que me dolía el estómago. Recuerdo cómo se ponía en ridículo solo para arrancarme una pequeña sonrisa.
Recuerdo todas las locuras que hacíamos juntos, lo felices que éramos sin una sola preocupación en el mundo.
Creíamos que el amor era así de sencillo. Había problemas y decidimos ignorarlos. Hicimos como si no pasara nada hasta que volvieron a surgir y una vez fue demasiado.
Todas las cosas que escondíamos bajo la alfombra volvieron y nos golpearon en la cara. No había vuelta atrás.
Un día lo tenía, y al siguiente, era un completo extraño. Se había ido.
Y no puedo obligarme a olvidarle. No puedo dejar de echarle de menos. Y sé que debería.
En el fondo, sé que no se merece que le eche de menos. Sé que soy una completa idiota por quedarme atrapada en esos recuerdos felices que tuvimos juntos. Sé que soy la única.
Mientras me revuelvo en la cama por la noche intentando apartarle de mis pensamientos, sé que duerme perfectamente quieto.
Sé que no me echa de menos y que no piensa en mí.
Entonces, estoy enfadada conmigo misma. Estoy enojado porque estoy atrapado en él y él me dejó ir hace mucho tiempo.
Fue él quien nos dio por vencidos. Fue él quien no quiso seguir luchando.
Yo quería que funcionáramos pero a él no le importaba lo suficiente como para intentarlo.
Yo seguía dándole el tiempo y el espacio necesarios para cambiar las cosas, pero él no lo veía así. Supongo que yo era algo casual con lo que se topó por el camino y pensé que duraríamos mucho más.
Me equivoqué.
¿Pero sabes lo que he aprendido?
Prefiero echarle de menos como le recuerdo. Prefiero extrañar su lado bueno.
Así que sé que es lo mejor porque sé que me sentiría miserable si hubiéramos seguido juntos.
Así que prefiero echarle de menos que estar con él.