Ha pasado exactamente un año y 10 meses desde la última vez que hablamos. También fue la última vez que pude pensar en ti sin sentir un nudo en el estómago.
Estoy en una nueva relación, una mejor. Él me recuerda a ti. Constantemente me recuerda que él es todo lo que tú no eras. Es apasionado, paciente y lleno de comprensión. Se preocupa por mí. Muestra interés por mi familia y disfruta del tiempo que paso con mis amigos. No intenta alejarme de sus amigos; no disfruta burlándose de partes importantes de mi personalidad.
No puedo olvidar cómo Estar cerca de ti durante los últimos meses de nuestra relación fue como caminar sobre cáscaras de huevo.. Y cuando me esforzaba por complacerte, nunca era suficiente. Nunca era suficiente porque se suponía que tenía que ser más guapa, más lista, menos emocional o simplemente mejor, pero según tus criterios.
No creo que seas una mala persona, pero no eras la persona adecuada para mí. Yo tampoco era la persona adecuada para ti. El problema es que puse todo mi esfuerzo en convertirme en una. Éramos tóxicos el uno para el otroAhora lo sé. Y aunque espero de verdad perdonarte algún día, tengo claro que esa época tempestuosa que dejamos atrás fue lo mejor que nos pudo pasar. Lo bueno y lo malo - todo fue una gran lección.
Quizá el precio fue alto, pero gracias a ti aprendí mucho sobre mí misma y sobre mi parte invisible. Todas mis lágrimas cobraron sentido. Me di cuenta de que tengo el poder de superarlo, dejarlo y seguir adelante. Tardé un poco, pero sucedió.
Tal vez esa historia sobre el alma gemela sea cierta después de todo. Tal vez sea realmente quien te llama la atención para que cambies de vida; quien te abre el corazón para que entre nueva luz. Eso significa que tendrás que luchar contra tu peor enemigo: tú mismo, esa parte de ti que te frena, pero sobrevivirás. Y no sólo eso, sino que abrirás los ojos y serás más fuerte y pacífico que nunca.
Creo que ahora te he borrado completamente de mi vida. Estás bloqueado, eliminado. No te odio porque donde hay odio, también hay pasión. Lo que siento se llama indiferencia. No me interesa cómo ha ido tu jornada laboral ni qué haces en tu tiempo libre. He dejado de preguntarme si alguna vez me cruzaré contigo al pasar por "nuestros" lugares, y todas tus cosas favoritas pasaron a ser sólo cosas.
¿Te preguntas entonces el propósito de esta carta? Aunque me eres indiferente, no me es indiferente lo que me hiciste. Aún siento las consecuencias de aquella época tempestuosa, el sabor amargo del vínculo tóxico que mantuvimos. Y aunque el veneno ya no corre por mis venas, a veces aparecen los desagradables efectos secundarios: la inseguridad y la desconfianza; el miedo al rechazo, el temor a que me sustituya por otra mejor.
Pero, ¿sabes qué ayuda en estas situaciones? El hecho de que mi nuevo novio sea también mi amigo. De hecho, creo que la amistad es el vínculo que nos faltaba. Los amigos no condenan; no son egoístas. Quieren lo mejor para el otro. Tú querías lo mejor para ti, y me dejaste claro que yo no era eso. Me engañaste. Me hiciste creer que aún había una oportunidad para un cuento de hadas mientras hiciera lo que tú querías que hiciera.
¿Alguna vez estuvimos enamorados? Buena pregunta; yo me pregunto lo mismo. Creo que en algún momento lo fuimos, a nuestra manera algo distorsionada, realmente lo fuimos. Pero que no era amor verdadero. El amor verdadero sabe que a veces es necesario hacer sacrificios. El verdadero amor se preocupa por el otro.
Las cosas buenas llegan a los que esperan. Me alegro de haber tenido la paciencia suficiente para esperar y dar la bienvenida a un amor nuevo, puro y real. Todo sucedió cuando decidí seguir mi propia intuición por primera vez, persiguiendo mis propios sueños porque tus sueños nunca fueron similares a los míos.
El día en que rompimos, me fui a dar un paseo larguísimo, a través de campos, subiendo enormes colinas, hasta que llegué a la cima de una montaña y contemplé el mundo. En cuanto llegué a la cima, empezó a sonar la canción Let go. Lloré a lágrima viva, pero me di cuenta de lo grande que es este mundo, de lo mucho que hay por hacer y de la cantidad de gente buena que hay por conocer.
Ese día fue el comienzo de mi viaje de realización que me hizo ver cómo esta ruptura era otro bache en el camino de la vida. Dejar ir es la clave de lo que hay dentro. Esa es la lección más importante de este viaje, y esta carta es mi cierre final, muy necesario. Así que, dondequiera que estés y con quienquiera que estés, espero que seas feliz, que estés bien, pero espero que nunca nos volvamos a ver.