Durante la mayor parte de mi vida, he estado luchando con mi propia personalidad. ¿Quién soy? ¿Por qué soy así? ¿Soy una buena persona? ¿Cuál es la definición de una buena persona?
Esperaba ser capaz de distinguir entre lo que está bien y lo que está mal cuando fuera adulto, pero vaya si me equivoqué.
Cada día de mi vida tenía sus propios retos. Cada nueva situación me planteaba nuevas preguntas sobre cómo debía comportarme.
Estar en una relación con la persona equivocada me planteó tantos dilemas sobre mis propios deseos y anhelos internos.
Diferentes tipos de personas en mis amistades y relaciones románticas me llevaron a muchos fracasos emocionales.
Una a una, cada esfera de mi vida me fue dando motivos para empezar a definir quién soy en realidad. Me propuse convertirme en una persona que me gustara, pasara lo que pasara.
Decidí que aquellas cosas que me hicieran sentir orgullosa de mí misma serían las que haría a partir de ese momento.
Decidí dejar de dedicar mi tiempo y energía a relaciones y cosas francamente tóxicas y horribles.
Aunque me divertí durante un tiempo e hizo mi vida emocionante tener relaciones con chicos malos y hacer cosas salvajes, sólo me dejó sintiéndome más desesperada. Me hizo cuestionarme a mí misma más que nunca.
Lo que hice fue tomar la decisión de pensar en todo lo que me ha hecho ser como soy: mis padres, mi infancia, mis otras experiencias.
Utilicé el truco de pensar en mí misma como si fuera otra persona, para poder ser más objetiva.
Una vez que acepté quién era sin guardar rencor a las personas de mi pasado, fui libre para construirme como quisiera.
He creado rituales para decirme cada mañana lo que creo que debo hacer ese día y cómo creo que debo comportarme.
Visualizo todo mi día con todo lo que creo que puede depararme. Si tuviera desacuerdos con amigos o compañeros de trabajo en mi mente pienso muy detenidamente lo que les diría.
Pensar con antelación me dio tiempo para pensar con claridad y decidir lo que quiero hacer sin caer en las trampas de mis propias emociones.
Lo que también hice fue convertir en algo nocturno el reflexionar y pensar sobre todo lo que había ocurrido ese día. Evaluaba mis progresos para convertirme en quien quería ser.
Ahora puedo decirles que he aprendido muchas cosas sobre mí mismo y también sobre los demás. Me convertí en una persona que puedo decir que admiraría si la conociera.
Siempre elijo hacer las cosas que me gustan por encima de las cosas que la sociedad me presiona a hacer. Sigo mis instintos.
Yo elijo absolutamente siempre tratar a los demás con amabilidad y respeto por encima de cualquier tipo de beneficio o interés que me pueda reportar tratarles mal.
Paso el tiempo con personas que se preocupan por mí y que muestran su agradecimiento por todo lo que hago por ellas. Paso de perder el tiempo con gente que no lo hace.
No tengo ningún problema en quererme a mí misma y cuidarme, pero también en querer a los demás y en querer hacerme feliz tanto a mí como a los demás.
He analizado a fondo cada uno de mis defectos. Algunos los acepto porque creo que aportan encanto a mi personaje.
Los que me han ido mal, he hecho todo lo posible por cambiarlos y he puesto mucho empeño en ello.
Me he dado cuenta de que aunque a algunas personas no les guste quién soy o lo que hago con mi vida, no pasa nada.
No vivo mi vida para ellos, la vivo para mí.
Sé que no he terminado de evolucionar y que aún me quedan muchas cosas por hacer y por cambiar, pero estoy muy contenta con la persona en la que me estoy convirtiendo. El camino que he elegido para vivir me hace estar muy emocionada y orgullosa de mí misma.
Soy consciente de que a mucha gente le resultaría difícil este tipo de vida de búsqueda constante de un yo mejor, pero a mí me encanta.
Una cosa que puedo prometer a esas personas es que, aunque es duro, también es muy gratificante.
Me da mucha confianza poder admitir quién soy y lo que he hecho y quererme de verdad por en lo que me estoy convirtiendo.