Cada vez que me mirabas a los ojos, sentía calor por todo el cuerpo.
Los latidos de mi corazón se acelerarían al instante y mis labios sentirían un ardiente deseo de ser besados por los tuyos.
Cada vez que me mirabas a los ojos, me quedaba helada durante un segundo porque me parecía haber visto esos ojos en alguna parte antes, quizá en mis sueños o en la calle cuando pasábamos el uno junto al otro como extraños.
Contigo, las horas parecían segundos y no había lugar en la tierra en el que prefiriera estar. Contigo me sentía segura, querida y feliz.
Estaba convencido de que eras mi alma gemelaque estábamos hechos el uno para el otro y que eras el hombre que había estado esperando.
Pero un día, volviste a mirarme a los ojos y fue la primera vez que no sentí esas cálidas sensaciones por todo el cuerpo.
Era la primera vez que mi corazón no aumentaba sus latidos y era la primera vez que mis labios no querían ser besados.
Me di cuenta de que ya no eras el hombre que solía conocer. ¡Ya no eras el hombre del que me enamoré!
Me di cuenta de que todo ese tiempo no estaba realmente enamorada de ti, sino de la idea que tenía de ti.
Quería creer que tus dulces gestos salían directamente de tu corazón, que tus palabras no erannada más que la pura verdad y que eras el adecuado para mí aunque no lo fueras.
Me obligué a creer que era a ti a quien debía abrir mi corazón, aunque esa vocecita en mi cabeza me decía lo contrario.
Supongo que estaba harto de todos esos juegos jugados por hombres tóxicos que simplemente decidí olvidarme de todo eso y seguir ciegamente a mi corazón.
Quería confiar en ti, entregarte mi corazón y construir algo grande contigo. No me había dado cuenta de que no querías lo mismo.
No me di cuenta de que tus palabras no eran más que mentiras, que tus acciones no eran más que actos egoístas y que tu corazón no era más que vacío.
Pensaba que eras un hombre que se esforzaba en vez de poner excusas como el resto.
Pensé que eras un hombre que no tenía miedo al amor y que sabía apreciar lo que tenía. Y lo eras.
Lo apreciabas todo sólo cuando te convenía.
Cada vez que me sentía sola y dolida, encontrabas la excusa perfecta para no estar a mi lado.
Cada vez que me quejaba de algo, decías que exageraba.
Mi corazón nunca estuvo destinado a coincidir con el suyo y durante mucho tiempo me culpé por darme cuenta demasiado tarde.
Me culpé por dejarte entrar ciega y estúpidamente en mi vida y convertirla en la mayor de las pesadillas.
Me culpaba por no saber ser una gilipollas egoísta que sólo pensaba en su propia felicidad y bienestar.
I ¡me culpaba por no saber ser tú!
Me hiciste sentir como un saco de boxeo inútil, indigno de ser amado. Me hiciste sentir una mierda por todo lo que dije y todo lo que hice.
Durante mucho tiempo, pensé que yo era la culpable de todo lo que pasaba entre nosotros.
Tardé demasiado en darme cuenta de que no eras más que un bicho en mi sistema, un error que había que arreglar, una equivocación que había que borrar, ¡un capítulo que había que destruir!
Tardé demasiado en darme cuenta de que sólo fuiste una dolorosa lección en la forma de mi mayor pesadilla.
Supongo que necesitaba pasar por una pesadilla para despertar y darme cuenta de que todo ese tiempo había sido demasiado cruel conmigo misma y con mi corazón.
Supongo que necesitaba una pesadilla que me diera un puñetazo en la cara y me dijera que nunca debo desviarme de mi camino para apaciguar a los demás, que nunca debo confiar en los demás hasta que demuestren sus acciones con sus palabras.
Que nunca debería enamorarme perdidamente de un desconocido que ni siquiera sabe lo que es realmente el amor.
Que nunca debo descuidar mi propia felicidad por el bien de los demás.
Tardé demasiado en darme cuenta de que eras justo la llamada de atención que necesitaba desesperadamente para salvarme ¡antes de que fuera demasiado tarde!
Y en lugar de culparte por todo lo que me hiciste, te agradezco de todo corazón y sinceramente cada vez que me trataste como una mierda y cada palabra dolorosa que me dijiste porque cada vez que me entristeciste, me enseñaste a elegir con más cuidado con quién voy a compartir mi sonrisa.
Cada vez que me diste por sentado, me enseñaste que no debo esperar que la gente egoísta me trate como una prioridad.
Cada vez que me hacías sentir que era menos digna, me enseñabas que la vida es demasiado corta para perder el tiempo con alguien que no merece formar parte de ella.
Y cada vez que menciono tu nombre, me recuerda una lección dolorosa, pero sobre todo útil, que tuve que aprender para encontrar la verdadera felicidad.
Véase también: No eras mi alma gemela, sólo eras mi lección