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Por tu culpa, ya no creo en los finales felices

Por tu culpa, ya no creo en los finales felices

Solía ser una niña inocente que siempre creía en el amor. Creía en la gente y creía en el poder del bien. Y, sobre todo, creía en el poder del amor. Aunque todo el mundo a mi alrededor me decía que era tonta e ingenua y que vivía en un sueño, no permitía que nadie rompiera mi propia realidad. La gente seguía llamándome romántica anticuada y sin esperanza, pero eso no me molestaba demasiado. Sabía que encontraría a mi alma gemela, alguien con quien pasaría el resto de mi vida.

Cuando digo que creía en el amor, no pretendo decir que pensara que el amor era perfecto. No creía que mi príncipe azul vendría a rescatarme y sabía que el amor no siempre era un camino de rosas. Pero en lo que sí creía era en que el amor podía conquistar a todos y a todo lo que se interpusiera en su camino. Creía que todo era posible y alcanzable si el amor entre dos personas era lo suficientemente fuerte y sincero.

Esperaba que llegara un hombre que no fuera perfecto pero que fuera perfectamente imperfecto para mí. Un hombre que me amara a pesar de todos mis defectos y que hiciera que todas las dificultades de la vida parecieran fáciles. Un hombre que me amaría incondicionalmente y que me apreciaría y respetaría en consecuencia. Un hombre que no sería un niño inmaduro sino un verdadero caballero en todo momento. Un hombre que sería mi feliz para siempre y que me daría mi final feliz que yo sabía que merecía.

Y realmente creía que este hombre se cruzaría en mi camino. Puede que digan que tenía expectativas poco realistas y que vivía en un cuento de hadas, pero nunca quise formar parte de este concepto moderno de las citas. Siempre fui una chica de todo o nada y me negaba a conformarme con menos.

Hasta que te conocí.

Cuando llegaste a mi vida, hiciste añicos todas mis creencias. Representabas todo lo que no me gustaba de las personas y todo lo contrario a mí. Eras un hombre que no creía en el amor y lo dejaste muy claro desde el principio. Eras un hombre que pensaba que sólo podía confiar en sí mismo y un hombre que no se encariñaba fácilmente. Pero la tonta de mí no creía nada de esto. Pensaba que necesitabas que te quisieran de verdad y que eso te haría darte cuenta de que el amor era realmente lo más importante del mundo. Sabía que era una chica cariñosa y atenta y pensé que podría demostrarte que estabas equivocado. Estaba decidida a demostrarte lo que te estabas perdiendo por protegerte del amor.

Nunca sabré qué viste en mí o qué me atrajo de ti. Supongo que ambos pensábamos que podríamos cambiar los puntos de vista del otro o que podríamos encontrarnos a medio camino.

Pero, por desgracia, eso nunca ocurrió. Antes de darme cuenta, todas mis normas y fuertes los rompedores de relaciones habían desaparecido. Conseguiste cambiar la esencia de lo que era y todo en lo que creía.

Nunca nos encontramos a mitad de camino, pero me cambiaste. Sufrí mucho contigo, porque nunca me quisiste como yo quería que me quisieran. Pero no te culpo por eso. Respeto el hecho de que fueras honesto desde el principio y el hecho de que nunca me prometieras mucho. Pero eso no me impidió esperar mucho.

Ni siquiera te culpo por alejarte de mí. Eras alguien que nunca supo quedarse y es algo de lo que siempre fui consciente, por mucho que intentara luchar contra ello.

Pero el hecho es que cambiaste la esencia de lo que yo era. Me hiciste igual a ti. Me convertiste en una mujer negativa llena de amargura.

Gracias a ti, Perdí la confianza en la gente que me rodeaba y especialmente en los hombres. Desde que te fuiste, me di cuenta de que sólo podía confiar plenamente en mí misma. Me di cuenta de que la mayoría de la gente es egoísta, por mucho que le des.

Gracias a ti, Ya no creo en el amor ni en los cuentos de hadas. Ahora, sé que a veces el amor no basta. Ahora, sé que no hay nada que puedas hacer para que alguien te ame.

Y sobre todo, Ya no creo en los finales felices. No creo que todos estemos destinados a tenerlos. Y no creo que el mío me espere.