"Recuerdo la chica que era antes de que me rompieran el corazón, y cada vez después cuando también me lo rompieron".
Recuerdo la chica que era antes de que los chicos empezaran a romperme el corazón a un ritmo constante; mi pregunta es, ¿lo recuerdas tú? Antes de que los chicos empezaran a aprovecharse de mí y a utilizar mi corazón, que llevaba en la manga, como algo natural. Puedo imaginármela en mi mente, cómo actuaba, cómo soñaba, cómo dormía y cómo pasaba el día. La recuerdo muy bien, y a veces deseo más que nunca volver a ser ella, esa chica joven y libre que tenía el universo a sus pies. Aunque puedo hablar de ella como si la conociera y, en cierto modo, siguiera siéndolo, no creo que pueda volver a sentirme como ella, por mucho que lo intente. Han pasado demasiadas cosas, me ha consumido demasiado dolor, y aunque deseo que ella vuelva a aparecer, no creo que lo haga y eso está bien. Cada desamor me quitó algo y tal vez esto también te pasó a ti, de una manera diferente.
A los 16 años, yo era el tipo de chica que saltaba a todas partes sin importarle nada. Mi energía era eterna y siempre tenía un brillo en los ojos que hacía sonreír a la gente. Cantaba canciones de Taylor Swift, como Love Story, Mine y Enchanted, y me peleaba con cualquiera que dijera que los cuentos de hadas no existían. Era una soñadora, alguien que pasaba todo el tiempo con la cabeza en las nubes; soñar con castillos, grandes vestidos, príncipes y cabalgar hacia la puesta de sol era una escena típica en mi cabeza. Me pasaba la mayor parte del tiempo leyendo novelas románticas mientras mis profesores se quedaban hablando delante de la clase, lo que acababa metiéndome en problemas, pero no me importaba. Era una creyente, una soñadora, y me moría de ganas de que llegara el día de mi "felices para siempre".
A los 17 años, pensé que por fin se iba a hacer realidad mi sueño de gustarle a un chico, mi momento de cuento de hadas. Por fin iba a vivir esa experiencia de instituto que Hollywood retrataba con tanto esmero en las películas. Recuerdo que me sentí mejor de lo que había soñado cuando el chico del que "supuestamente" había estado enamorada durante lo que parecía una eternidad se interesó por mí. Aunque hablábamos casi siempre por SMS, nunca en persona, le tenía en gran estima y me aferraba a cada palabra, a cada promesa que me hacía. Hasta que rompió una promesa, una promesa que incluía un vestido de graduación y un baile. Actuó como si nunca me hubiera dicho nada al respecto y cortó todos los lazos conmigo abrupta y completamente. Mi corazón se rompió en mil pedazos. La chica que antes saltaba por los pasillos ahora iba a clase con los auriculares en las orejas, ahogando el mundo a su alrededor. Todo mi último año lo pasé triste y en silencio, sin querer volver a sentir aquello. Aunque seguía creyendo en los cuentos de hadas, en aquel momento dejé de creer un poco menos.
Flashforward y tengo 20 años y en la universidad. Había conocido a algunos chicos desde entonces, pero nada que fuera a ninguna parte y nadie que me pidiera una cita. Creer en el amor, creer en los cuentos de hadas era algo que todavía hacía y esperaba por Dios que pronto fuera mi turno. Entonces apareció de la nada este nuevo compañero de trabajo, que brillaba como el sol y las estrellas en mis ojos. Cada vez que entraba en la habitación, me entraban mariposas. Esto era algo nuevo para mí, nunca me había sentido así, ni siquiera con el chico del instituto. Este chico era diferente, pero en el buen sentido. Tenía el pelo rizado y una sonrisa arrogante. Cantaba canciones country y hablaba de estar al aire libre en la nieve de las montañas. Sin duda, yo era una gatita enamorada. Flirteamos, chateamos (porque esa es la forma de flirtear hoy en día...), pero no pasó nada. Antes de que me diera cuenta, había dejado el trabajo y se había ido a Colorado a estudiar. Sabía lo que sentía por él...pero le gustaba la atención, no a mí, de lo que me di cuenta después. Pero en ese momento no me importaba; mientras hablara con él de alguna manera, era feliz. A pesar de que mis amigos me decían que era una causa perdida, no les hice caso.
Ese verano, en una noche de borrachera, nos encontramos en un concierto. Larga historia corta, una conexión se produjo en la parte trasera de mi car.... (con clase, lo sé). Recuerdo perfectamente, aunque estaba borracha, que no paraba de preguntarle por qué me había hecho eso. Yo seguía diciéndole que le odiaba y él seguía besándome, diciendo que lo sabía. Cuando terminamos, me dejó sola en el coche y lo último que me dijo fue que pasara una buena noche. Confusa, borracha y sola en un aparcamiento, no sabía qué hacer. ¿Qué acababa de pasar? ¿Qué significaba aquello? Llorando a lágrima viva, llamé a mi mejor amigo para que me recogiera mientras me quedaba a un lado de la carretera. Cuando me sentí sola y abandonada, le vi con sus amigos y me saludó. En cuanto vi llegar a mi mejor amiga, me subí a su coche y esa fue la última vez que le vi en casi dos años. No supe nada de él después de eso, ni Snapchats, ni textos, ni Retweets, ni Favoritos, nada. Eso me mató. No dejaba de preguntarme, ¿por qué me hizo esto si sabía lo que sentía por él? Lloré durante muchas, muchas noches, sintiéndome completamente rota. Una vez más me habían arrebatado el corazón en un segundo. Y aunque pensaba tan desesperadamente que era mi príncipe y quería creer en él, después de aquello dejé de creer un poco menos.
Ahora tengo 23 años y todavía no he tenido un novio de verdad ni he tenido una cita. (No es que me lo hayan pedido). Desde aquella noche que me dejaron sola y abandonada en el aparcamiento, no he dejado que nadie me toque ni confiaba plenamente en cualquier tipo y eso fue hace dos años. Claro, he tenido chicos que me han roto el corazón de pequeñas maneras, pero nada hasta el extremo que ya he mencionado antes. Desde entonces, he confiado en mi mejor amigo (que casualmente es un chico) más que nunca. En aquel momento de mi vida, era bastante negativa en lo que se refiere al amor y a la vida en general. Me habían pasado muchas cosas a mí y a mi familia que no eran justas. Soñaba con ser feliz, pero no lo conseguía. Era algo que no me veía teniendo nunca. Me aferraba a mi relación con un chico al que consideraba mi mejor amigo. Hace poco le dije que no quería que dejara de hablarme nunca, que le necesitaba porque me conocía mejor que nadie. Y sí, en ese momento me di cuenta de que sí sentía algo por él, pero no iba a decirlo directamente. Pero su respuesta a lo que yo consideraba un bonito cumplido me rompió por completo más que nunca...
Podría entrar en detalles sobre lo que me dijo, pero no lo haré porque me entristecería aún más. Sin embargo, me dijo que no podía ser negativa a su alrededor porque había trabajado muy duro para no estar en un lugar negativo en su vida y no dejaría que lo arrastrara conmigo. Me dijo que si me compadecía de mí misma, nunca encontraría marido y que prefería estar solo que con alguien negativo. Al leerlo ahora, se me llenan los ojos de lágrimas. Nunca había tenido a nadie que me destrozara tan rápido y tan cruelmente. Sí, él era contundente y yo lo sabía, pero utilizar el hecho de que yo no podía ser más positiva, cuando es lo único que quiero en la vida, en mi contra, me dolió muchísimo. Fue en ese momento cuando me encontré completamente rota. Lloré con mis amigos, con mis padres y no salí de la cama en todo el fin de semana. En aquel momento, no creía en nada, porque ¿cómo podía hablarte con esa falta de respeto alguien a quien tienes en tan alta estima? No lo entendía. Luego me di cuenta de que no era más que otro chico que me había roto el corazón, y creí un poco menos en el amor.
Si eres como yo, recuerdas cada vez que alguien te rompió el corazón, y cómo cada vez parecía que dolía más que la vez anterior. Recuerdas cada detalle hasta el momento exacto en que se te cayó el corazón, cuando parecía que era el fin del mundo. Pero déjame decirte algo: está bien estar roto. Está bien sentir que has perdido la esperanza, que ya no crees en el amor y que no sabes si tu corazón puede soportar otra caída. Las mujeres somos seres humanos extraordinarios y podemos superarlo todo. A pesar de lo que he pasado y de lo rota que me he sentido en la vida en el pasado o recientemente, me alegro de que me haya pasado. Soy más fuerte y más sabia y sé exactamente cómo merezco que me traten. No dejes que nadie te diga que no está bien sentir lo que quieras; aunque a veces quieras compadecerte de ti misma, no pasa nada. Yo creo que al final todo irá bien, y a veces creo un poco menos, pero entonces veo un rayo de esperanza y me hace volver a creer. Todos merecemos un final feliz y un paseo hacia la puesta de sol, aunque sea esperando al príncipe adecuado.
por Kaylin Ochs