Sé que pensabas que ya no me importaba. Sé que pensabas que era lo más fácil del mundo superarte.
Sé que pensabas que era capaz de borrarte tan fácilmente de mi sistema. Pero no podrías estar más equivocado.
Eras todo lo que siempre quise. Eras el único con el que podía imaginar mi futuro. Eras todo lo que esperaba tener en la vida, pero también eras todo lo que me estaba matando.
Ya sabes lo que dicen: "A veces las cosas que más amas son las que más te destruyen".
Tenía que montar un espectáculo. Tenía que convencerte de que no me importaba.
Quería demostrarte que te había superado. Quería que creyeras que fui el primero en seguir adelante.
Pensé que cuando ya te lo había dado todo, el orgullo era lo único que me guardaba para mí.
Era lo único que me hacía avanzar. El orgullo era lo único que me quedaba.
Pero lo que tú viste y lo que yo sentí en realidad fueron dos cosas completamente opuestas.
Durante mucho tiempo, tuve la tentación de volver corriendo a ti. Durante mucho tiempo, tuve que recordarme constantemente las cosas que me hiciste, la tortura que había sufrido cuando estaba contigo.
Durante mucho tiempo, me atormenté reproduciendo imágenes tuyas rompiéndome el corazón para no coger el teléfono y llamarte.
Seguí siendo tu prisionera mucho después de que termináramos. Estaba tan enganchada a tu amor tóxico que salir de él fue como salir de unas drogas muy fuertes. Dios, fue tan duro.
Al mismo tiempo, quería verte en algún lugar como accidentalmente y también rezaba para que esto no sucediera: por mucho que me dolieran las cosas por las que me hiciste pasar, por mucho que la idea de no estar contigo me estuviera matando.
Yo era una de esas chicas que lloraba hasta dormirse cada noche y luego se levantaba cada mañana como si nada hubiera pasado la noche anterior. Te quise mucho incluso después de que termináramos, mucho después de que termináramos.
En las relaciones tóxicas nadie te dice que sigues amando a pesar de lo que pase. Amas a pesar del dolor o a pesar de cómo te tratan.
Amas a pesar de las llamadas de tu cerebro para que entres en razón. Amas aunque sepas que no debes.
Pero a veces, el amor no es suficiente. A veces el amor es exactamente lo que te está matando.
Porque a pesar de este inmenso amor que sentía hacia ti, seguía sin recibir el amor que merecía.
Todavía no me trataron con respeto. Todavía no fui capaz de conseguir que trabajaras con nosotros tan duro como yo.
Tú siempre estabas con un pie en la carrera y yo siempre estaba con todo, pero no lo habríamos conseguido sólo con mi amor.
¿Cuánto tiempo crees que seguiré dándolo todo sin recibir nada a cambio?
¿Cuánto tardaría en cansarme? ¿Cuánto tiempo pasaría antes de que no tuviera más fuerzas para luchar por un tipo que sólo me hacía daño?
¿Cuánto tardaré en darme cuenta de que me has hecho pasar por un infierno y sigo a tu lado?
Nada de ti fue fácil para mí.
Estar contigo no fue fácil, estar sin ti fue aún más duro, pero acostumbrarse al hecho de que ya no existíamos y que no llegamos a vivir el brillante futuro que planeé para nosotros fue lo más duro que hay.
Superarte tampoco fue fácil. Me llevó un tiempo conseguir tirar tus regalos. Tardé en aprender a dormirme sin abrazarme a tu sudadera.
Tardé un tiempo en poder escuchar nuestras canciones sin ponerme melancólico. Durante mucho tiempo no quise ir a los sitios donde solíamos ir para no despertar sentimientos indeseados.
Durante mucho tiempo, tuve que luchar contra nuestros recuerdos, que aparecían aleatoriamente en mi cabeza.
¿Sabes que dicen que el tiempo lo cura todo? Pues bien, aunque lo haga lenta y gradualmente, es cierto que el tiempo lo cura todo.
Y juro por Dios que si el tiempo me ayudó a sacarte de mi sistema, no hay persona en este mundo para quien no pueda hacer lo mismo.
Primero, me acostumbré a no tenerte cerca. Luego, poco a poco empecé a borrar tus fotos de mi cabeza.
Te bajé de un pedestal. Dejé de esperar que cambiaras o que volviéramos a estar juntos.
Las canciones que significaban algo para nosotros ahora no significan nada para mí. Quizás sólo me recuerdan las veces que me hiciste pasar un infierno y a dónde no ir más.
Eras mi propio pedazo de infierno del que necesitaba salvarme. Y poco a poco aprendí a sacarte de mi sistema.
Cada noche moría y cada mañana me levantaba renacida. No tomé un atajo para superarte.
Me permití sentirlo todo. Me adueñé de ello y luego lo dejé ir. Pero nunca te dejé ver mis batallas.
Nunca los veías cuando estábamos juntos. No había necesidad de verlos o reconocerlos una vez que habíamos terminado.
Me llevó tiempo conocerte y me llevó el doble superarte. Pero valió la pena.
No desearía no haberte conocido nunca porque fuiste una lección que realmente necesitaba aprender en la vida aunque no lo hubiera visto entonces.
Alguien tenía que endurecerme y hacerme abrir los ojos, y no podía haber elegido mejor profesor.
Por todo lo que me has hecho pasar, lo bueno y lo malo, te estoy agradecido.
Porque todo eso me hizo ser quien soy hoy. Sinceramente, no me gustaría ser nadie más.
Todas las cicatrices que me dejaste me recordarán que nunca debo conformarme con menos de lo que merezco.
Y cada vez que me caiga, volveré a levantarme porque ya he pasado por el infierno una vez y he sobrevivido. Puedo volver a hacerlo.
Superarte fue lo más difícil de mi vida. Y sin embargo lo hice.