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4 señales de que siempre juegas a ser el salvador en tus relaciones

4 Señales de que siempre haces de salvador en tus relaciones

¿Has estado alguna vez en una relación en la que a menudo sentías que tenías que arreglar a tu pareja?

¿Te enamoras a menudo de una persona que necesita ser rescatada, ofreciéndote a ser su "caballero de brillante armadura" y ayudarle a cambiar sus malos hábitos?

Si es así... ¿alguna vez te has parado a pensar qué te hace y cuánto te agota innecesariamente?

No hay absolutamente nada malo en sentir compasión por una persona que te ha llegado a importar y querer ayudarla y rescatarla, pero nunca hasta el punto de hacerte daño a ti mismo de ninguna manera.

Cuando siempre estás centrado en ayudar a los demás y te cargas a ti mismo, corres el riesgo de poner en peligro tu bienestar y descuidar el asegurarte de que TÚ estás bien.

Una cosa es estar allí para tu compañero cuando te necesita, pero es otra historia cuando te dedicas a salvarle el culo a diario y asumes esa responsabilidad día tras día.

Detente un segundo y pregúntate por qué sigues encontrando personas que necesitan ser rescatadas y cómo eso te impide, en última instancia, llevar una vida más despreocupada.

Si presentas estas 4 señales que demuestran que eres el salvador constante en tus relaciones, es hora de reevaluar tu amar la vida y haz los ajustes necesarios por tu propio bien.

1. Tu autoestima depende de tu capacidad para ''arreglar'' a tu pareja

Te enorgulleces de tu capacidad para arreglar y ayudar a tu pareja, lo cual es un componente clave de tu personalidad relacional.

En lugar de encontrar un socio que emocionalmente estable y realizado, buscas a los que necesitan ser rescatados para satisfacer tu necesidad saciante de ser su salvador.

Te sientes atraído por quienes tienen pesadas cargas emocionales, lo que te dificulta centrarte en tu propio bienestar y curación.

2. Tienes problemas de abandono no resueltos que ahora proyectas en tu pareja

Vienes de un hogar donde tuviste que asumir demasiadas responsabilidades a una edad demasiado temprana.

Asumiste un papel parental porque uno (o ambos) de tus padres luchó contra la adicción o un problema similar, así que ahora has proyectado sus necesidades en tu pareja. Como nadie vino a rescatar a tus padres, ahora sientes que es tu obligación rescatar a los demás.

Esto significa una obsesión un poco malsana por los problemas de los demás que le da una sensación de satisfacción, y podría acabar perjudicándole a largo plazo.

3. Idealizas a los que parecen necesitados y atribulados

De este modo, se les infantiliza, haciéndoles parecer delicados e incapaces de valerse por sí mismos.

Al hacerlo, animas a tu pareja a confiar constantemente en ti para los problemas más insignificantes, convirtiéndote en el responsable de su felicidad.

Te cargas a ti mismo con comportamientos destructivos que inevitablemente te drenarán de tu energía y mente sana, hasta que te des cuenta de que cada individuo es responsable de su propia felicidad. Ponerla enteramente en tus manos no es sano, es injusto y, francamente, es demasiado.

4. Acabas controlando la vida de tu pareja con el pretexto de ayudarla

Te centras demasiado en lo que tu pareja debe y no debe hacer, y acabas microgestionando su modo de vida.

Lo que esto demuestra es la falta de control que tienes de tu propia vida y que compensas intentando "ayudar" a tu pareja, incluso cuando no te pide ayuda.

Te engañas a ti mismo creyendo que los estás rescatando y mejorando su calidad de vida, lo que te permite escapar de tus propias dificultades y problemas, que no estás preparado para afrontar.

Si sientes que alguno de estos signos se relaciona contigo, es importante que evalúes tu relación, a ti mismo como individuo y cualquier problema que pueda derivarse de etapas anteriores de tu vida.

Date cuenta de que estás proyectando tus propias inseguridades/cuestiones/heridas no resueltas en tu pareja, y que al hacerlo, sólo estás prolongando tus propios problemas internos que necesitan salir a la superficie y ser tratados.

Deja de intentar salvar a la gente, te lo pidan o no. No te corresponde a ti ser el salvador de nadie. Eso les corresponde a ellos.

Mientras estás tan ocupado intentando salvar a los demás, te olvidas fácilmente de la persona que más necesita ser salvada: TÚ.