Tenía una amiga. Era una chica preciosa. Sonreía todo el tiempo, incluso cuando no tenía motivos para hacerlo.
Veía el mundo desde una perspectiva positiva. Siempre quería ver sólo las cosas bellas y buscar lo mejor en todo el mundo. Era una felicidad andante.
Créeme, el mundo era un lugar mejor gracias a ella.
Lamentablemente, las personas buenas no siempre tienen un destino feliz, ni ella tampoco lo merecía. No se merecía nada de lo que le pasó.
Ella no se merecía que él le escupiera en la cara, los gritos horribles cada noche. No se merecía que le abriera el corazón y se lo rompiera en miles de pedazos.
No se merecía que le quitaran la confianza en sí misma. No se merecía caer de bruces en el momento más bajo de su vida, ¿y para qué?
Todo por culpa del pedazo de mierda narcisista que entró en su vida con un único propósito: dejarla seca y darse un festín con ella.
La manipuló hasta hacerla caer en el olvido. La aisló del mundo para que no pudiera obtener ayuda y la hizo incompetente para buscarla por sí misma.
Le hizo creer que no era nadie, que nadie se preocupaba por ella y que debía alegrarse de que alguien la quisiera.
Le hizo creer que tenía que estar agradecida por tenerle a él, su maltratador.
Su camino estaba cubierto de espinas que la hacían sangrar más, a cada paso que daba hacia su felicidad, hacia su huida.
Pero esas heridas se curaron y dejaron de sangrar. Después, le quedaron cicatrices que permanecieron grabadas profundamente en su piel como recordatorio de lo que había sufrido.
Se curó y he aquí cómo.
Decidió curar
Ocurrió de repente. Su mecanismo de protección saltó y se activó, gritando que era ahora o nunca.
Sabía que tenía que hacer algo. Estaba harta de manipulaciones y de sentirse una mierda, indigna de la vida.
Sabía que no era ella y finalmente decidió que haría algo al respecto. Decidió que volvería a ser ella misma porque nadie tenía ese poder de consumo sobre ella para hacerla permanecer en las condiciones en las que estaba. Aprendió a lidiar con el comportamiento narcisista.
Se deshizo de la toxicidad
Ella es una empática y siempre ha caminado en los zapatos de otras personas, tratando de entender cómo se sentían, por lo que caminó en los zapatos de su narcisista y que la destruyó. Vertió toxicidad en su cuerpo y en su mente, pero ella lo sabía y sabía que tenía que deshacerse de él.
Habló con las personas que la apoyaron en todo momento, se unió a grupos de apoyo y se desintoxicó.
No ocurrió de la noche a la mañana y fue doloroso, pero tuvo el valor suficiente para dar este paso. De este modo, estaba un paso más cerca de curarse por completo.
Tuvo que hacer frente a la crisis
Se sentía ansiosa porque, de repente, ya no había peleas ni gritos en su vida. No había nadie que le dijera lo que tenía que hacer o que la manipulara y la culpabilizara para que hiciera algo que no quería hacer.
Ya no era observada ni juzgada, por fin era libre y no sabía cómo afrontarlo. Todo era demasiado, demasiado pronto. Imagina que has estado en cama durante meses y ahora que estás mejorando, sientes que puedes andar y quieres andar, pero no puedes. Tu cuerpo no te deja.
Su cuerpo no la dejaba relajarse. Aún estaba herido y no sabía cómo volver a funcionar. Así que le dio algo de tiempo.
Se enfrentó a su ansiedad y sus miedos porque sabía que no duraría para siempre. Sólo era una fase que pasaría y de la que saldría vencedora.
Se dejó enfadar
No guardó sus sentimientos en su interior porque sabía que eso sólo la destruiría más. Sabía que no podría seguir fingiendo que no había pasado nada porque lo sentía todo.
No podía apagar sus sentimientos, tenía que aceptarlos y enfadarse, enfadarse con él por aprovecharse de ella y enfadarse consigo misma por permitírselo.
Sentía dolor por todo el cuerpo, dolor psicológico que se convertía en dolor físico, y estaba enfadada por ello. Estaba enfadada consigo misma porque había dejado que su cuerpo sufriera, junto con su corazón y su alma.
Pero eso también pasó, así que pasó al siguiente reto.
Se perdonó a sí misma aceptando la verdad
Se perdonó a sí misma porque sabía que no era culpa suya. Sabía que estaba enfermo y que sus manipulaciones estaban estrictamente diseñadas para desviarla de su camino y llevarla hasta él para que pudiera realizar su magia, y chuparle la sangre como el vampiro emocional lo era.
Aceptó que él era tóxico y que su único objetivo era hacerle daño; así funcionaba él. Se dio cuenta de que la había utilizado y de que había caído en una trampa narcisista, de la que apenas pudo escapar. Se perdonó a sí misma porque no conocía nada mejor.
Era una empática que sólo quería ayudar y hacer sonreír a la gente. Al final, lo hizo, pero eso la consumió y no le dejó más interior que dolor y sufrimiento.
Confesó que había sabido todo el tiempo
Finalmente asumió la responsabilidad y admitió que una parte de ella sabía lo que estaba pasando todo el tiempo, pero era mucho más fácil creer que él cambiaría y haría que todo fuera mejor de nuevo.
Se engañó a sí misma porque eso significaba que no tenía que pasar por todo lo que pasó, que no tenía que tener el corazón roto y que no tenía que recorrer el camino para recuperarse de un narcisista, que es extremadamente doloroso y largo.
Respetó la regla de no contacto
Los narcisistas vuelven. Harán lo que sea necesario para que vuelvas. Mentirán y tratarán de manipularte para que vuelvas a confiar en ellos, para que vuelvas con ellos y puedan abusar de ti de nuevo.
Ella lo sabía y respetaba la norma de no contacto. No quería tener nada que ver con él. Ignoró sus mensajes, sus llamadas y su intento fallido de hablar mal de ella con sus amigos. Cortó con él por completo y eso fue lo que la salvó de volver.
Abrazó su vida y finalmente se dejó ir
La última etapa fue la de la liberación. La etapa final fue aquella en la que se sintió libre, en la que recuperó la sonrisa.
Se perdonó a sí misma, miró en lo más profundo de su alma y encontró todo el amor que le faltaba: el amor por sí misma, el respeto por sí misma y la creencia en un mundo mejor y en la felicidad a largo plazo.
Hoy, vuelve a ser aquella niña preciosa que conocí hace mucho tiempo, arrancando sonrisas a todo el mundo, incluida la suya.