Como todo, la universidad tiene su lado bueno y su lado malo. Estudiar, los plazos, los exámenes y los trabajos pueden ser realmente agotadores, pero cuando tienes un profesor buenorro todas estas cosas se convierten de repente en pan comido.
Te encuentras escuchando atentamente sus clases (sin ser consciente de ello), tus notas son increíbles y deseas que el semestre no acabe nunca. Un profesor sexy se convierte en tu mayor motivación y guía durante los retos de la universidad.
10 cosas que seguro que pasan cuando tienes un profesor buenorro:
Siempre asiste a clase a tiempo
Sí. Ya no pospones el despertador 15 veces como antes. Te levantas incluso antes de que suene el despertador y te pones tu traje cuidadosamente diseñado, corriendo para no llegar ni un segundo tarde.
Y cuando llegas, siempre estás ahí sentado delante comprobando la expresión de su cara que confirmará que se ha dado cuenta de que llegas a tiempo. Y entonces te sientes orgulloso de ti mismo por haber completado la tarea más importante del día.
Trabajas duro para sacar buenas notas
Y me refiero a muy duro. Se acabó eso de mentirte a ti mismo diciendo que vas a empezar a estudiar el lunes. Trabajas en cada tarea como si fuera la última y le ruegas a Dios que consigas sacar buenas notas para poder llevar con orgullo la insignia de su alumno favorito.
A veces te esfuerzas demasiado sólo porque quieres asombrarle con tus conocimientos puros y algunos datos interesantes sobre ciertos temas. Las buenas notas se han convertido en una obligación y harás lo que sea para conseguirlo.
Absorbes cada una de sus palabras
Escuchar a tu profesor buenorro es como escuchar el piar de los pájaros (salvo que estás en la universidad y no en la naturaleza). Presta especial atención a todo lo que dice e intentas memorizarlo todo.
Siempre te aseguras de copiar todo de la pizarra aunque el resto de los alumnos no se molesten en hacerlo. Y sientes que es tu santo deber pedirle que te explique otra vez algo que no has pillado.
Siempre eres tú el que responde a sus preguntas.
Contemplas todas las posibles preguntas que podría hacerte y preparas tu mejor respuesta para cada tema que se te ocurre. Esperas esta epifanía desde el momento en que te levantas por la mañana.
Has esperado a que te hiciera la pregunta para poder contestar con tu respuesta perfecta y hacerle consciente de tu inteligencia. Pero, si de alguna manera has fallado al responder correctamente, esa será tu mayor maldición del día y esta maldición permanecerá en tu mente durante los próximos dos meses.
Te pillan mirándole fijamente
Intentas mantener la mirada fija en él al mínimo, y cuando lo haces te aseguras de hacerlo sutilmente. Pero, a veces te pilla mirando fijamente y cada vez que él se da cuenta, te da un leve ataque al corazón pensando que tu vida se ha acabado.
Cuando el ataque de pánico termina, eres capaz de volver a lo que estabas haciendo. Mirarle fijamente se convierte en tu placer secreto y en tu asesino silencioso al mismo tiempo. No puedes evitar no mirarle, pero cuando lo haces, no puedes sobrevivir a que él se dé cuenta.
Le acechas en las redes sociales
Te aseguras de comprobar todos sus perfiles en las redes sociales. Si alguien te preguntara, serías capaz de reconocer a la mitad de su familia (a través de fotos) y todos los lugares donde pasa su tiempo libre.
También estás familiarizada con su rutina diaria y ya sabes adónde va a viajar cuando acabe el semestre. A veces te imaginas la conversación que tendríais si te hubieras atrevido a contactar con él. Y lo disfrutas. Mucho.
Siempre te esfuerzas por verte bien para su clase
Tener un profesor caluroso significa que no hay lugar para un bad hair day o para no saber qué ponerse. Esforzarse por estar lo mejor posible (incluso cuando preferirías quedarte dormida el resto del mes) es, sin duda, una obligación.
Y siempre estás preocupada por si se dará cuenta de tus tremendos esfuerzos en lo que respecta a tu aspecto. Incluso te ofendes imaginariamente si no se ha fijado en tu nuevo peinado que has diseñado sólo a su gusto. Y estás segura de que tienes todo el derecho a sentirte así.
Las horas de oficina son su segundo hogar
Antes de él, ni te molestabas en asistir a las horas de oficina. Pero ahora, se han convertido en tu segundo hogar y cada vez que entras en su despacho, enciendes tu pequeño escáner cerebral para absorber todos los detalles posibles.
Si no tienes un motivo para visitarle en su horario de oficina, te inventarás uno. Fingir que no entiendes algo se ha convertido en tu segunda naturaleza y eres un profesional en ello.
Contemplas mucho sobre él
Contemplarás sobre él cuando estés sentado en clase, cuando estés en casa, cuando estés con tus amigos y cuando te vayas a dormir. Simplemente no podrás resistirte a su hipnótica aparición cuando entre en clase y, sobre todo, cuando esté escribiendo en la pizarra.
Cuando está escribiendo en la pizarra, sabes que estás a salvo por el momento y te permites contemplar todas las escenas posibles que ocurrirían si los dos os encontrarais solos. Y cuando te hace una pregunta, te das cuenta de que has ido demasiado lejos y te esfuerzas por volver a la realidad.
Disfrutas cada segundo del semestre
Los semestres nunca han sido tan agradables. Desde el momento en que te levantas, ideando el atuendo perfecto, hasta el momento en que te despides hasta la siguiente clase. Disfrutas cada segundo que pasas en su clase e incluso en otras clases también.
De repente, nada parece inalcanzable o demasiado complicado. Eres capaz de encontrar soluciones para cada maldito problema que pueda surgir. Y secretamente esperas que también te dé clases el próximo semestre.
Hasta entonces, te aseguras a ti misma que de algún modo idearás un plan sobre cómo enamorarle o cómo atraerle leyendo miles de artículos en Internet. Y sigues esperando lo mejor.