Mires donde mires, la gente dice que es el momento de hacer cambios cruciales en tu vida.
Todo el mundo le aconseja que aproveche este periodo para convertirse en el la mejor versión posible de ti mismo - física, emocional, espiritual y mentalmente.
Aclaremos una cosa: este enfoque es asombroso. Motiva a muchos a superar la crisis con más facilidad.
Ayuda a mucha gente a alejar su mente de pensamientos oscuros. Mantenerse ocupados ayuda a muchos a mantener una mente sana y un cuerpo sano.
Además, has pasado las últimas décadas de tu vida con prisas.
Nunca has tenido tiempo suficiente para hacer ejercicio, leer todas esas novelas clásicas que te saltaste en el colegio o aprender a cocinar.
Siempre has estado demasiado cansado para aprender un nuevo idioma, seguir tu carrera artística o adoptar cualquier tipo de habilidad nueva.
Estas son todas las cosas que has estado planeando hacer. Sin embargo, con el tiempo, te has convertido en la reina de la procrastinación.
Has estado posponiendo todas estas cosas para otro momento. Para cuando tengas más tiempo, menos trabajo y la vida no sea tan ajetreada.
Ha llegado el momento. Sin embargo, sigues sin hacer nada para alcanzar sus objetivos.
Tienes todo el tiempo del mundo y parece que el Universo entero ha pulsado el botón de pausa pero, a pesar de todo, sigues sin hacer nada concreto con tu vida.
En consecuencia, no puedes evitar sentirte culpable. Sientes que eres incapaz de rendir.
A todo el mundo le va mejor que a ti. Parece que eres el único que se ha quedado estancado en un punto de su vida, mientras que todo el mundo a tu alrededor avanza.
Es como si todas las personas del mundo salieran de esta crisis como una versión mejorada y actualizada de sí mismas. Todos menos tú.
Todos tus amigos hacen algo con su vida mientras tú no consigues levantarte del sofá.
No has terminado la gran limpieza primaveral de la casa, no has pintado las paredes de tu dormitorio, no has reorganizado tu ropa.
Al diablo, ni siquiera has leído un libro o llamado a ese amigo con el que planeabas hablar desde hace meses.
Tu concentración está en su punto más bajo. No consigues concentrarte y te sientes ansioso y deprimido.
Así que debe ser algo malo en ti, ¿verdad? ¿Eres el único que no puede adaptarse a esta nueva situación?
Pues déjame decirte una cosa: no lo eres. De hecho, no tienes por qué sentirte culpable por no ser productivo.
No tienes que ponerte en forma durante el bloqueo. No tienes que crear tu propia empresa ni cambiar de carrera.
Nadie espera que escriba una novela o que presente un proyecto científico ganador del Premio Nobel.
Todo lo que tienes que hacer es sobrevivir y lo estás haciendo muy bien. Así que, por favor, olvídate de avergonzarte. Es más, no dejes que otros lo hagan.
Ignora las presiones que recibes de la sociedad. Después de todo, recuerda que las redes sociales no son reales.
Todas esas personas que parecen ser superproductivas durante la crisis de los cierres también tienen sus malos momentos.
Sin embargo, nadie va a publicar una foto suya tumbado en la cama o en pijama durante varios días seguidos.
Acuérdate: no pasa nada por sentirte como te sientas. Está bien sentirse abrumado, ansioso o asustado y sentirse como un naufragio emocional.
No pasa nada si no eres capaz de dar lo mejor de ti en una situación así. No pasa nada si no funcionas bien bajo estrés.
Al fin y al cabo, no eres más que un ser humano de carne y hueso.
No eres un robot y no tienes la capacidad de apretar un interruptor y acostumbrarte a las nuevas circunstancias de tu vida de la noche a la mañana.
Te ruego que no te dejes convencer para ser más productivo durante este tiempo.
No sobrepases tus límites y no hagas nada con lo que te sientas incómodo.
No dejes que nadie te juzgue y, lo que es más importante, no te juzgues a ti mismo. En lugar de ser autocrítico, muestra un poco de compasión hacia ti mismo.
Dedica tu tiempo a complacer y quiérete a ti mismo. Aprovecha este periodo para recargar las pilas y poder afrontar lo que venga después con más tranquilidad.