Desde que tienes uso de razón, te has enfrentado a la misma situación una y otra vez. En todas tus relaciones anteriores, eras el que más amaba.
La que luchó hasta el último aliento, la que hizo más sacrificios y la que se esforzó más, incluso cuando la otra persona actuaba como si no pudiera importarle menos el futuro de la relación.
En consecuencia, siempre eres tú el que acaba rezagado, abandonado y con los pedazos rotos de la relación, mientras que tu ex ya hace tiempo que se fue.
No es una cuestión de ego. Al fin y al cabo, es completamente irrelevante quién lo deje.
Lo que importa es la diferencia entre las consecuencias que tu ruptura deja en ti y en tu pareja. Él, al ser el primero en dejar ir vuestro romance, tiene más posibilidades de recuperarse de él.
Por otro lado, te cuesta más curarte ya que fuiste tú quien aguantó hasta el último día. Te negaste a aceptar que el final estaba cerca e ignoraste todas las señales de alarma.
Suena familiar, ¿verdad?
No es que seas una chica que suplica amor, incluso donde no hay amor que encontrar. No es que persigas a tipos que no te quieren.
Esto sigue ocurriendo porque tienes un mal hábito: te aferras a cosas que son condenado al fracaso.
Te cuesta admitir que una parte de tu viaje, la que tiene que ver con un hombre concreto, ha llegado a su fin.
Te aferras a personas que ya no merecen tu esfuerzo. Permaneces en sus vidas aunque en el fondo eres consciente de que separarse es una opción mucho mejor.
Básicamente, tienes problemas para soltarte a tiempo. Te niegas a abandonar a quienes crees que necesitan tu ayuda, aunque eso signifique poner en juego tu propia salud emocional y mental.
Además, nunca hay que perder la esperanza. No me malinterpretes: ser optimista es genial, pero a veces hay que mirar a la realidad a los ojos y enfrentarse a la verdad, por dolorosa que sea.
A veces, no hay nada más que hacer y la única opción que tienes es levantar el ancla. A veces, por mucho que lo intentes, las cosas no mejoran y no hay nada que salvar.
Así que te ruego que esta vez hagas las cosas de otra manera. Para variar, sé tú quien suelte primero.
En el momento en que veas que tu relación no va por buen camino, da media vuelta. No seas el único en luchar por algo que ya está perdido.
Esta vez, no esperes a que la otra persona deje de quererte para salir de la relación con seguridad. No le des ventaja y no dejes que haga el trabajo sucio.
Deja de aferrarte a una relación que no te hace feliz sólo porque te da miedo escapar de tu zona de confort.
Deja de seguir con un hombre que no merece estar presente en tu vida sólo porque crees que te necesita.
No dejes que tu conciencia te impida tomar la decisión correcta. No te sientas culpable por elegirte a ti mismo en lugar de a otra persona, porque eso es exactamente lo que debes hacer.
Acuérdate: dejarse llevar no significa que hayas fracasado. Eso no significa que hayas malgastado años de tu vida con alguien sólo porque al final no funcionara.
Abandonar una relación que no te hace feliz es un acto de autocuidado y amor propio. Es señal de que eres lo bastante maduro para saber que salvarte a ti mismo tiene que ser tu prioridad.
Rendirse no es sinónimo de derrota. Sólo significa que, por primera vez, estás jugando bien tus cartas y tomando la decisión acertada.
Que hayas decidido que es hora de dejar de luchar no significa que seas débil y, desde luego, no te convierte en un cobarde.
Por el contrario, es una señal de tu poder, de que eres lo bastante fuerte como para ir en contra de tus emociones y hacer lo correcto.
Además, tenga en cuenta que Dejar ir no es lo mismo que huir, es sólo retirarse a tiempo.