Me cansé de dar segundas oportunidades.
Había terminado de esperar que algo cambiara cuando en el fondo supe que se había acabado la primera vez que me miró a los ojos y me mintió. Esa fue la gota que colmó el vaso.
Quería verle convertirse en el hombre que siempre se esforzó por ser, el hombre que yo también veía en él. Pero se rindió. Se dejó perder y olvidé que yo no era su salvador.
No me pusieron en esta tierra para salvarlo de sí mismo. Yo no era su centro de rehabilitación.
Dejó de luchar por nuestra relación y se volvió destructivo y egocéntrico.
Tardé un tiempo en admitir por fin que tenía que dejarle. Mi corazón se negó a creerlo durante demasiado tiempo.
Tuve que explicarme que todo aquello no tenía nada que ver conmigo. Yo no era el problema, sólo intentaba arreglarlo. Pero algunas personas no quieren que las arreglen.
Prefieren mirar hacia otro lado y fingir que no existe. Preferirían correr toda su vida, constantemente sin aliento, antes que enfrentarse al problema.
Por supuesto, hay personas que merecen ser salvadas, personas que sólo necesitan un pequeño guiño, pero no todo el mundo puede ser salvado y esa es la triste verdad.
Si no quieren salvarse, no se les puede convencer de que se salven.
Todas las preocupaciones y cuidados de este mundo no pueden ayudar.
Intenté ayudarle durante tanto tiempo que olvidé que una relación no debe ser así. No éramos iguales. Él exigía mi amor y mis cuidados, y yo se los daba.
Pensó que yo podría salvarle antes de que él intentara salvarse a sí mismo.
Estuve a su lado cuando nadie más lo estuvo. Me importaba la persona que es y todo lo bueno que hay en él, incluso cuando no brillaba.
Siempre lo antepuse a los demás y sólo recibí decepciones a cambio.
No podía contar con él, ni siquiera para las cosas más pequeñas. De alguna manera siempre pensaba en mí en último lugar.
Me dejó pensando: ¿Ha sido todo para nada? ¿Por qué es tan difícil esforzarse? ¿Acaso le importa?
Era infeliz, pero me aterrorizaba la idea de dejarle. Sin embargo, sabía que si me quedaba, sería aún más infeliz y temía que él me absorbiera en su toxicidad.
Él no quería cambiar y, a pesar de mis esfuerzos por mantener vivo nuestro amor, lo hice. Finalmente le dejé.
Aun así, sentí que había hecho algo mal.
No fue hasta que aprendí que nadie puede cambiar a una persona que no quiere cambiar.
La vida es dura para todos. Todos necesitamos luchar. Yo también necesitaba luchar por mí misma y sabía que no podría hacerlo a su lado.
Finalmente aprendí que si el amor no puede hacerle cambiar, nada puede.
También aprendí que no debemos permitir que nadie -por mucho que le queramos- cambie lo que somos y apague nuestra luz por culpa de sus debilidades que no está dispuesto a afrontar.
No te pierdas salvando a un hombre que no te ve por lo que eres. No te pierdas por nadie.
No dejes que nadie te quite tu luz. Que sepas que no has hecho nada malo, solo te has dado una oportunidad.
Dejarlo es cuidar de ti misma. Cambia el enfoque hacia ti mismo. Sé tu propio salvador, porque en este caso, has sido puesto en esta tierra para cuidar de ti mismo.
Aprende del ejemplo de los demás: No dejes que tu debilidad te consuma. Sigue luchando siempre.
Todos estamos un poco rotos, todos hemos pasado por algo terrorífico y todos hemos sobrevivido. No te subestimes ni subestimes de lo que eres capaz.
No tengas miedo de cambiar tu vida y establecer nuevas reglas. Elige esas reglas con cuidado y ten siempre presente que todo esto significa salvarte a ti mismo.
Elige avanzar, elige salvarte.