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A veces, Dios te rompe sólo para poder arreglarte

A veces, Dios te rompe sólo para poder arreglarte

¿Cuántas veces has oído que todo ocurre por alguna razón? ¿Que siempre hay algo bueno en todo, si sólo lo buscas y que sólo depende de cómo elijas ver la vida?

¿Cuántas veces te ha dicho alguien que todo lo que te ocurría tenía una causa o un propósito mayor que no siempre comprendías? ¿Que todo lo malo acabaría siendo bueno para ti?

¿Cuántas veces has oído que a veces hay que perder pequeñas batallas para ganar una guerra más grande e importante?

¿Que todos los desengaños y dolores emocionales que has experimentado no serán, tarde o temprano, más que una dura lección?

Y cada vez que oyes algo así, piensas que es una frase sin sentido. Piensas que es un cliché vacío que la gente dice para consolarse.

Y nunca crees ni una sola palabra de lo que oyes.

Déjame decirte una cosa: lo creas o no, todo esto es verdad. Porque las cosas suceden por una causa mayor y deberías estar agradecido por todo el dolor y las dificultades por las que has pasado.  

Sé que cada vez que perdías a un ser querido o cuando te decepcionaban, humillaban o herían, no podías evitar preguntarte por qué Dios te enviaba todos esos retos.

Siempre que te rompieron el corazón ...preguntaste por qué Él eligió cargarte a ti, de todas las personas, tanto, cuando no has hecho nada para merecerlo.

Sé que es difícil para ti entender por qué necesitas experimentar tiempos difíciles para poder vivir los fáciles. ¿Por qué tienes que experimentar toda esta tristeza antes de tener la oportunidad de ser feliz?

Puede que no lo sepas, pero cada uno de los retos de la vida es una especie de prueba. Es una prueba de tu fuerza y tu poder. Y es una prueba de tu fe.

Siempre que te ocurre algo malo, es una oportunidad para crecer como persona. Es una oportunidad para limpiar tu vida de toda la toxicidad.

Es una oportunidad para que veas quiénes son tus verdaderos amigos y quiénes son las personas que no merecen un lugar cerca de ti. Una oportunidad para ver con claridad a estos últimos y cortar con ellos.

Cada vez que Dios te arroja a las cenizas, te está dando la oportunidad de levantarte.

Cada vez que Él te derriba, te está dando la oportunidad de levantarte mejor y más fuerte de lo que nunca has sido.

Todo desamor es mucho más que un desamor. También es una oportunidad para que vea su propio valor poder y valentía.

Una oportunidad para que aprendas de tus errores y no vuelvas a repetirlos.

Y lo más importante: te ayuda a ver todo lo que eres capaz de hacer, aunque no lo supieras. Porque Dios siempre te enviará sólo lo que Él sabe que puedes soportar.

A veces, Él te hará pasar por algunas cosas y enviará a algunas personas a tu vida sólo para enseñarte una valiosa lección de vida.

Cada vez que Él te envía algunas personas tóxicas, Dios te está dando la oportunidad de aprender en qué tipo de persona nunca debes convertirte y quiénes son los que nunca debes hacer parte de tu vida.  

Habrá momentos en los que Él te enseñará a estar agradecido por todo lo que tienes. O a apreciar más a las personas que te quieren y que siempre están ahí para ti.

Habrá momentos en los que aprenderás a quererte y respetarte más. Momentos en los que aprenderás a ponerte en primer lugar.

Habrá momentos en los que tendrás que enfrentarte a tus demonios interiores y a las sombras del pasado para ver cuánto has crecido. Momentos en los que tendrás que aprender cuándo es hora de dejarse llevar y cuándo aguantar.

Así que, pase lo que te pase, recuerda una cosa: Dios dejará cicatrices y heridas en tu alma y en tu corazón para que te sirvan de recordatorio de todo y de todos los que te construyeron y te ayudaron a convertirte en la persona que eres hoy, de una forma u otra.

A veces, Él te hará pedazos sólo para construirte.

Y cuando eso ocurra, considérate muy afortunado. Porque significa que tienes la oportunidad de reinventarte y convertirte por fin en la mejor versión posible de ti mismo.

Y no todo el mundo tiene esa oportunidad.