Cuando sueñas con tu vida perfecta, siempre esperas ser feliz. Que las cosas siempre irán como tú quieres.
Sueñas con conseguir todo lo que te propongas cuándo y cómo quieras. Deseas alcanzar todas tus metas futuras sin muchos problemas.
Tener siempre a tu lado a la gente que quieres y a la gente que te quiere. Sueñas con tener una carrera de éxito y una relación sana y amorosa.
Y no hay nada malo en ello. Al fin y al cabo, todos queremos sé feliz y todos queremos tener lo que deseamos.
Pero, por lo general, la vida tiene sus propios planes, que a veces son distintos de los nuestros. Normalmente, no conseguimos todo lo que queremos cuando o como queremos.
A veces, uno se esfuerza al máximo, pero simplemente no tiene tanto éxito como desearía.
Cuidas tu salud pero, de algún modo, acabas enfermo.
Te pasas semanas o incluso meses estudiando para ese examen tan importante, pero no lo apruebas.
Haces lo que te piden y te dejas la piel en el trabajo, pero otro consigue ese ascenso que tanto deseabas.
A veces, te entregas por completo a una relación pero no tiene éxito.
Amas a alguien con todo tu corazón y haces numerosos sacrificios por él, pero esa persona decide no apreciarlo y se aleja de ti.
A veces sientes que lo mejor de ti no es suficiente.
Y te enfadas. Enfadado contigo mismo, con la gente que consiguió lo que quería sin esforzarse lo más mínimo. Y te enfadas con el destino.
Pero obviamente olvidas que todo ocurre por una razón y por una causa mayor. Incluso cuando consigues tu corazón roto, todo pasa por algo .
Olvidas que hay algo bueno en cada cosa mala que te ocurre.
Olvidas que estás destinado a fracasar en algo por una razón: conseguir algo más grande.
Si no hubieras estado enfermo, no sabrías apreciar la salud que tienes ahora.
No disfrutarías de cada bocanada de aire y no sacarías lo mejor de cada nuevo día, como estás haciendo ahora.
Quien se marchó de tu vida obviamente no merecía un lugar en tu futuro. Y aunque ahora no lo sepas, muchas personas te salvaron al dejarte.
Siempre que pierdes algo que parecía importante para ti en ese momento, el destino acaba de despejarte el camino para ganar algo mayor.
Porque la verdad es que a veces hay que caer antes de volar.
Porque es la única forma de que aprecies todo lo bueno que te da la vida. Es la única manera de que trabajes en ti mismo y de que agradezcas todo lo que recibes.
Cuando por fin consigas un trabajo aún mejor, agradecerás no haber conseguido ese ascenso que tanto deseabas.
Agradecerás haberte quedado en el puesto que tanto odiabas porque te aportó mucha experiencia y te ayudó a conocer a las personas adecuadas que vieron tu potencial.
Cuando por fin conozcas al hombre adecuado, te sentirás agradecida por todos esos hombres equivocados que formaron parte de tu vida en el pasado.
Estarás agradecida por esos hombres que te engañaron y te trataron como si no fueras lo suficientemente buena. Incluso agradecerás que no te quisieran lo suficiente.
Porque si no fuera por ellos, nunca sabrías lo que no es el amor. Nunca sabrías qué es lo que no quieres y nunca sabrías de quién alejarte.
Y lo más importante, nunca sabrías cuánto tienes que apreciar a este hombre sólo porque es diferente.
Si no hubieras pasado por todo el dolor de tu vida, no sabrías lo fuerte que eres en realidad.
Nunca sabrías cuánto puedes aguantar realmente y no sabrías que estás más fuerte que todo lo que te abate.
Así que en vez de enfadarte y en vez de pensar en lo infeliz que eres por fracasar en algunas cosas, míralas como bendiciones.
Da gracias cada vez que no lo consigas, porque siempre que eso ocurra, debes saber que estás a punto de volar. Y sabe que ha ocurrido por tu propio bien.