Aún no puedo entender que me lastimaras tan conscientemente. Tu corazón debe estar helado, y sin embargo todo lo que vi fue calor dentro de ti. Elegí ver lo mejor cuando lo peor estaba delante de mis narices.
Simplemente no podía verlo o no quería verlo. Provocaste en mí emociones que ni siquiera sabía que existían. En tus brazos, me sentía sana y salva. Me sentía como en casa.
Mis ojos brillaban cada vez que entrabas en la habitación. Sentía alegría, una alegría pura e infranqueable que no podía ocultar.
Viste a través de mí. Viste el efecto que tu cercanía tenía en mí.
Una mujer adulta se convertía en una niña ingenua cada vez que estabas cerca.
Ynuestra presencia me hizo incapaz de pensar con claridad. Estaba tan embriagado por mi amor por ti que me perdí en él.
Lo sabías bien. Estoy seguro de ello. Fue todo parte del juego. Para barrerme de mis pies con palabras que nunca había oído antes.
Para hacer cosas que me dejaran asombrada. Para tocarme de una manera que dejara una marca en mi cuerpo mucho después de que tú no estuvieras allí.
Interpretaste el papel de novio perfecto con tanta habilidad que ni siquiera me di cuenta de las pequeñas manipulaciones a las que me sometías todo el tiempo. Confié plenamente en ti, y tú lo aprovechaste.
Te beneficiaste de ello. Sabías que me aferraría a cada palabra tuya como si fuera lo más sagrado y honesto.
Nunca dudaría, y si lo hiciera, silenciaría mi mente, diciéndole que dejara de pensar demasiado.
Silencié cada pensamiento y cada sentimiento que me decía que estabas jugando con mi corazón. Me negué a creer que pudieras hacer algo para herirme intencionadamente. Pero debería haberte escuchado.
Debería haber creído a mi intuición y haberme mantenido lo más lejos posible de ti. Quizá no habría acabado tan malherida.
Todas esas excusas a por qué no me contestabas los mensajes, por qué siempre llegabas tarde a nuestras citas, por qué te escapabas de mi cama temprano por la mañana antes de que me despertara me parecen tan estúpidas ahora.
Pero entonces me los creí. Me las creí. Creí que hicieras lo que hicieras, siempre encontrarías el camino hacia mí.
Creía que no estabas preparado para comprometerte y no me importaba tomármelo con más calma.
Nunca te empujó a hacer nada que no quisieras hacer. Nunca regañando o haciendo todas esas cosas que hacen las mujeres pegajosas.
Lo que no sabía era que no necesitabas que te empujaran. Siempre tenías un pie fuera de la puerta, listo para correr.
No tenías intención de quedarte. Sabías que nuestra relación era a corto plazo, aunque me juraste que me amarías hasta la muerte.
Pero por lo que veo, todo eso eran mentiras, y tú sigues respirando.
Estás respirando y viviendo tu vida con otra persona. Con una mujer cualquiera que se traga tus mentiras como hice yo hasta que te cansas de ella también.
¿Sabes qué es lo peor de todo eso? Solía culparme a mí mismo.
Solía pasarme los días y las noches pensando si fue algo que hice lo que te llevó a sus brazos.
Quizá no era suficiente; quizá quería demasiado; quizá no era lo bastante guapa o lista; quizá no era digna de tu amor.
Lo que más lamento son esos pensamientos. Pero no pude evitarlos.
Pero eso era antes, y ahora es ahora. No soy la mujer que una vez fui. No analizo tus palabras. No intento dar sentido a todo lo que has hecho.
Ya no eres tan importante como antes.
Sólo eres alguien que jugó tan bien con mi corazón que lo confundí con amor.