Desde que eras pequeño, te enseñaron la importancia del perdón.
Te aconsejaron que, independientemente de lo que alguien te haga, debes ser la mejor persona y encontrar la fuerza en ti misma para aceptar sus disculpas.
Te enseñaron que el resentimiento y el rencor no te traerán nada bueno y sólo te harán daño, que el karma es la mejor venganza y que nunca debes planear vengarte de quienes te hicieron daño.
Te enseñaron a responder con bondad incluso al peor de los males.
Y esto no es algo que quiera discutir. Al fin y al cabo, la capacidad de perdonar es uno de los rasgos más cualitativos de la personalidad que no muchos poseen.
Sin embargo, nadie te ha hablado nunca de algo más importante: del arte de perdonarte a ti mismo. Porque seamos sinceros: nadie puede hacerte tanto daño como tú mismo.
Así que, para variar, haz esto objetivo de año nuevo sobre la relación que tienes contigo mismo. Concéntrate en estar en paz contigo mismo y, lo que es más importante, en perdonarte sincera y verdaderamente.
Comience con perdonándote a ti mismo por todas las veces que rompiste tu propio corazón.
Por todas las veces que no supiste hacerlo mejor, por todas las situaciones en las que deberías haber sido más sabio e inteligente pero no lo conseguiste.
Perdónate por todas las noches en vela, por todas las lágrimas que lloraste y por todas las sonrisas que no aparecieron en tu rostro.
Por todas las situaciones en las que te consideraste demasiado débil o demasiado vulnerable.
Perdónate a ti mismo por todas las decisiones equivocadas que hiciste y por todos los chicos equivocados que dejas entrar.
Por anteponerlos a ti, por todo el esfuerzo que invertiste y que resultó vano, por todos los sacrificios inútiles que hiciste...
Sabes que diste lo mejor de ti, sabes que nunca causaste deliberadamente el dolor de otra persona y eso debería ser más que suficiente.
Perdónate por todas las veces que no tuviste suficiente fe en tu potencial y capacidad.
Por todas las veces que no creíste que lo conseguirías, las veces que permitiste que otros te menospreciaran y cuando intentaste acallar tus ambiciones porque tenías demasiado miedo de lo que pudieran decir los demás.
Perdónate cada situación en la que hayas fallado a tus propias expectativas y traicionado tus principios. Al fin y al cabo, no eres más que un ser humano y puedes cometer errores.
Perdónate por todas las segundas oportunidades que no debiste darte. Lo importante es que siempre tuviste buenas intenciones.
No fue culpa tuya que vieran tu amabilidad como una luz verde para seguir haciéndote daño.
Deja de culparte por la forma en que violaron tu confianza más de una vez y por la forma en que se aprovecharon de tu tierno corazón; eso está en su conciencia, no en la tuya.
Perdónate por todas las despedidas que no te dijiste a tiempo, por todas las veces que volviste a la misma escena del crimen y por todas las disculpas que no debiste aceptar.
Por todas las mentiras que te tragaste, a pesar de saber que no eran ciertas y por todos los autoengaños a los que te sometiste, con la esperanza de tiempos mejores.
Perdónate por no ver tu propio valor.
Por permitir que algunos imbéciles la disminuyeran, por creerles cuando te convencieron de que no eras lo suficientemente buena y por no ver lo mucho que te mereces.
Perdónate por todas las veces que te has conformado con menos, cuando mendigaste la atención de alguien y aceptaste migajas de su amor y por cada situación en la que diste más de lo que recibiste a cambio.
Lo más importante...perdónate por no quererte lo suficiente.
Perdónate por todas las veces que fuiste demasiado duro, impaciente y crítico contigo mismo y por no cuidar bien de tu cuerpo, corazón y alma.
No tiene sentido mirar al pasado porque, por mucho que lo intentes, nunca podrás cambiarlo. Sin embargo, la buena noticia es que puedes aprender de él.
Para empezar, en 2025, aprende a priorizarte y a dejar de hacer cosas por las que tendrás que pedir perdón.
Acepta tus propias disculpas, pero no olvides tus errores.
En cambio, asegúrate de no repetirlos. Buena suerte y feliz Año Nuevo.