De alguna manera, a lo largo del camino de crecimiento, aprendimos que se ha convertido en algo normal llorar en nuestra relación.
Nos hemos dado cuenta de que realmente somos incapaces de resistirnos, porque nos hacen daño, aunque sea un poco de vez en cuando. Nos quedamos solos con nuestros pensamientos y lloramos.
Hemos llorado hasta quedarnos dormidos demasiadas veces porque olvidamos que necesitamos estar en una relación por la felicidad que aporta, no por el dolor y la miseria. Me di cuenta en el momento justo, porque la persona adecuada entró en mi vida.
La primera vez que le vi, me hizo sonreír sin ningún motivo en particular. Sólo su mirada me hacía feliz.
Pero no es porque fuera tan guapo o porque tuviera un aspecto gracioso, no. Fue simplemente una chispa de luz solar que entró en mi vida aquel día sin previo aviso.
Cuando salíamos en grupo, no hablaba demasiado, así que pensé que era muy serio.
En aquella época estudiaba en la universidad y también trabajaba; era ambicioso. Así que nunca pensé que me haría llorar de alegría tantas veces.
Pero me equivoqué, porque él era divertido y no se tomaba la vida en serio en absoluto. Lo único que quería era ser feliz.
Hablábamos de nuestras infancias y de temas profundos que nunca había tratado con nadie más, pero aunque las cosas de las que hablábamos eran a veces tristes, él se detenía un momento y me decía que nos habíamos encontrado el uno al otro y era entonces cuando me hacía sonreír.
Durante toda la relación, siempre hacía escenas que me hacían doler el estómago de la risa. Contaba chistes y llegaba a mi puerta vestido de forma ridícula.
No es que no tuviera nada mejor que hacer, sino que quería alegrarme el día haciéndome reír.
Sólo quería que los dos fuéramos completamente felices y aún hoy vive según esa filosofía.
Fue entonces cuando me di cuenta de que nos conformamos con risitas y apodos bonitos y nos olvidamos de la risa apasionada y de lo que se siente cuando nuestra pareja hace que nos duela el estómago de la risa.
Nos conformamos con las lágrimas y el miedo, nos conformamos con menos incluso cuando podríamos estar con alguien que nos hace felices y nos hace sentir queridos y apreciados.
A todas las mujeres les digo: búscate un hombre que te haga reír, porque siempre será tu prioridad, porque hará todo lo posible por hacerte feliz.
Siempre echamos la culpa a los demás, pero a quien debemos culpar es a nosotros mismos. Somos nosotros los que dejamos que esas personas negativas, tóxicas y manipuladoras entren en nuestra vida.
Somos nosotros los que permitimos que sucedan estas cosas porque pensamos que enamorarnos de alguien a quien le encanta hacernos reír es demasiado fácil. Pero se ha convertido lo más difícil.
Cuando un hombre pone tu felicidad como prioridad, significa que tu felicidad, en un momento dado, se convirtió en la suya.
Significa que no hay nada más importante en su vida que no verte derramar lágrimas en tu vida.
Aunque te sientas triste, él estará a tu lado, te comprenderá y te animará.
Un hombre que te haga reír, un hombre que te haga feliz, es un hombre que toda mujer necesita en su vida. Que sepa cómo es un hombre de verdad, porque es algo más que músculos y un corazón frío.