Sea lo que sea, cuando acabas herido, lo único que te hace seguir adelante es la esperanza de que acabarás curándote.
En sentimiento de traición y la decepción es la misma cuando se trata de todas las relaciones; es lo mismo con las relaciones románticas, con las amistades y con las relaciones familiares.
El dolor te consume y es todo en lo que puedes pensar. Sientes que no eres ni la mitad de la persona que solías ser y lo único que quieres es dejar atrás todo lo que ha pasado.
Te gustaría borrar todo el dolor y crees que la mejor opción es actuar como si la persona que te ha hecho daño nunca hubiera existido.
Y en el momento en que crees que por fin lo has superado, el dolor vuelve. Intentas huir y enterrarlo muy dentro de ti, pensando que es la única opción que tienes.
Pero, de algún modo, el dolor siempre vuelve a ti, incluso cuando crees que lo has ahuyentado.
No sabes por qué ocurre esto. Podrías jurar que conseguiste para sanar completamente y seguir adelante con tu vida, pero es obvio que hay algo que te retiene.
El problema es que sólo estás parcialmente curado.
Querías olvidar cuanto antes todo lo que había pasado para poder seguir por fin con tu vida.
Esperabas el día en que este dolor dejara de consumirte. No deseabas nada más que seguir adelante.
Pero con las prisas, olvidaste algo importante: te olvidaste de darte tiempo para curarte.
Ahora te sientes perdido y no sabes qué hacer. Harías cualquier cosa con tal de este dolor finalmente desaparecería completamente.
Lo único para lo que no estás preparado es para esperar. Y eso es exactamente lo único que te ayudará.
Lo primero que tienes que comprender es que la curación no se produce de la noche a la mañana, por mucho que desees que ocurra.
Se necesita tiempo y paciencia. Si realmente quieres sentirte mejor, tienes que dejar que las cosas sigan su curso.
La curación no es un proceso divertido: está lleno de lágrimas, introspección y recuerdos. Hace falta mucho valor para aceptar el dolor y aún más fuerza para superarlo. Pero, al final, todo compensa.
Sé que ya has tenido suficiente dolor y que no quieres seguir lidiando con él. Sé que lo único que quieres es ser fuerte y estable.
Quieres quedarte con la cabeza alta, incluso cuando sientes dolor, porque crees que desaparecerá si lo ignoras lo suficiente.
Así que sigues machacándote cada vez que te derrumbas.
Cada vez que lloras y te sientes mal, lo consideras una derrota. Piensas que eres débil por no manejar mejor tu dolor y por no curarte antes.
Pero en lugar de presionarte demasiado, ¡date un respiro! Eres un ser humano y está bien que experimentes distintos tipos de emociones: la tristeza es una de ellas.
En lugar de forzarte a seguir adelante con tu vida cuando es evidente que no estás preparado para ello, permite que las cosas sean como son.
Date espacio para respirar. No significa que vaya a cambiar las cosas inmediatamente, pero sin duda te dará una perspectiva más clara de todo lo que ocurre a tu alrededor.
Puede que pienses que dejarte llevar por las emociones es un signo de debilidad, pero en realidad es algo completamente distinto; significa que eres lo suficientemente fuerte como para enfrentarte a tus emociones y expresarlas de la forma adecuada.
Nunca te juzgues por hacer el duelo y nunca permitas que otros te juzguen. Todos sanamos a un ritmo diferente y no hay nadie que pueda decirte que estás tardando demasiado en seguir adelante.
No te compares con los demás porque no sabes nada de las batallas que otra persona está librando en su interior.
No dejes que los demás sean duros contigo y lo más importante, no seas demasiado duro contigo mismo.
No olvides que tienes derecho a tomarte todo el tiempo que necesites hasta que estés preparado para retomar el camino.
Date tiempo suficiente para estar triste o enfadado. Cuando algo te duele, no existe un interruptor que puedas apagar y que borre todo el dolor.
No hay atajos para la curación.
Recuerda que la curación es un proceso que se produce paso a paso, día a día, así que no te precipites.