No es la distancia entre nosotros lo que duele, es saber que no hay nada que pueda hacer al respecto.
Es saber que tu amor nunca será mío, porque ya es de otra persona. Es saber que no tengo control sobre mi corazón; mi estúpido y tonto corazón.
Sabía que estabas con ella todo el tiempo. Sabía que no ibas a dejarla, así que nunca dije nada. Todos esos encuentros nocturnos, todas esas miradas, las ignoré.
De verdad que sí. Pero tenías tu manera de meterte bajo mi piel. Me enamoré sin quererlo. Me enamoré de ti, pero odiándote al mismo tiempo.
Odiaba tu sonrisa perfecta y esos ojos azules tuyos. Odiaba esas arrugas que aparecían cada vez que sonreías.
Odiaba lo feliz que eras cada vez que me veías y lo fácil que me hacías reír.
Odiaba lo adicta que era, lo sombríos que eran mis días sin ti. Lo vacía que me sentí cuando te fuiste con ella.
Realmente intenté ignorarte, forzándome a tener citas, sólo para compararlas contigo. Ninguno era inteligente como tú, ninguno podía hacerme reír como tú.
Ninguno de ellos entendía mi sentido del humor. Intenté llevar esa vida de mujer alfa soltera.
Funciona, ¿sabes? Todo lo que pasé te hizo reír: lo mal que bebía, la resaca que tenía.
Valió la pena aunque sólo fuera por verte sonreír. Era como una hermana pequeña para ti, así que supongo que eso me convirtió en una hermana-zona. No lees mucho sobre eso, ¿verdad?
Eras mi alma gemela, pero tú ya habías encontrado a la tuya. Y lo que me rompía el corazón una y otra vez era que yo también quería mucho a tu mujer.
Podías ver a kilómetros de distancia que erais perfectos el uno para el otro. Vuestras almas estaban sincronizadas, como nunca lo estuvieron las nuestras.
Leí en alguna parte que la persona que más quieres es la persona sin la que estás mejor. Pero quererte todavía duele como el infierno.
Siento haberme ido sin decir una palabra. No había manera de que pudiera mantener mi cordura contigo a mi alrededor. Y tú ibas a descubrirlo, tarde o temprano.
Nunca se me dio bien ocultar mis emociones.
Para evitarnos conversaciones y silencios incómodos, tuve que irme. Para mantenerte en mi vida como amigo, tuve que hacerlo. Pero te sigo queriendo.
Superar a tu alma gemela es algo que lleva tiempo. Probablemente para siempre.
Pero me di cuenta de que no todos estamos destinados a un amor increíble que nos llene el alma.
No todos estamos destinados a acabar con nuestra alma gemela. Quizá no en esta vida, pero sí en otra. Pero lo que permanecerá inalterable para siempre es el hecho de que tienes mi amor.
Tanto si necesitas contarme tu día a las 3 de la madrugada como si necesitas un compañero de copas, allí estaré.
Puede que no tenga tu amor, pero aún conservo tu amistad. O debería decir: hermandad.