Querida lección...
Si tuviera que describir en una palabra todo lo que me pasaba contigo, esa palabra sería sin duda "esperar".
Siempre estaba esperando algo, a que estuvieras listo, a que dejaras de tener miedo al compromiso, a que respondieras a mi texto, a que me llamaras, a que me eligieras, a que estuvieras seguro de lo nuestro, y la lista continúa.
Si hubiera permitido que siguieras entrando y saliendo de mi vida aún estaría esperando.
Podría habernos dado millones de oportunidades, o quizás ya lo hice, ya no lo sé pero el resultado siempre sería el mismo-nunca funcionaríamos, porque tú nunca cambiarías, nunca me amarías como yo merecía, como yo te amaba.
Decir esto no facilita las cosas, sólo me hace enfrentarme a la realidad por una vez.
Perdí demasiado tiempo, esperando que en algún momento entraras en razón, que por fin me vieras y lo grandes que podríamos ser si nos dieras una oportunidad de verdad.
Pero nunca pudiste hacer eso, ¿verdad? Estabas tan dañado emocionalmente, tan asustado del amor que no viste otra opción que mantenerme lo más lejos posible de tu corazón.
Nunca fuiste de los que hablaban mucho, al menos no de las cosas importantes. Pero esas raras ocasiones en las que te abrías y me dejabas entrar fueron las que hicieron que me enamorara de ti.
Me abrazarías tan fuerte, me besarías tan apasionadamente, que no pude evitar pensar que tenías sentimientos genuinos hacia mí.
Serías todo lo que podría soñar en esas raras ocasiones y estarías tan distante la mayor parte del tiempo.
Supongo que habías hecho lo suficiente para mantenerme cerca, pero nunca demasiado cerca. Ese "suficiente" funcionó durante mucho tiempo.
Sabías que siempre podías volver a mí, no importaba cuánto tiempo llevara sin verte o sin saber de ti, sabías que no podía evitar dejarte entrar de nuevo.
Viste lo profundo que era mi amor y utilizaste ese hecho en tu beneficio.
Nunca estuve en lo más alto de tu lista de prioridades y lo demostraste muchas veces tanto con tus palabras como con tus acciones.
Yo era alguien que se conformaba con trozos de tu atención y pedazos de tu afecto. Ese fue mi mayor error, porque permití que me trataras mal.
Al conformarme, me convertí en nada más que una opción y eso es lo más bajo que puedes significar para alguien que es tu prioridad.
Al conformarme con menos de lo que merecía, seguí haciéndome daño. Por quedarme a tu lado, seguí rompiendo mi propio corazón. No parabas de contarme historias que quería oír.
Las que predominaban eran las de que algún día estaremos juntos, cuando llegue el momento, por qué estropear algo bueno que tenemos ahora mismo, por qué necesitamos etiquetas, por qué necesitamos que otras personas nos vean o sepan de nosotros.
Tú seguías diciéndoselo y yo seguía creyéndote y hasta hoy no sé por qué.
Supongo que cuando el corazón está demasiado involucrado, no puedes confiar en el sentido común o en tus propios ojos para ver la realidad de las cosas.
Lo único que podía abrirme los ojos eran las lágrimas, y muchas. Me sentía como si chocara contra un muro cuando se trataba de ti.
Te di todo de mí, amor, comprensión, respeto y compromiso y tú nunca intentaste hacer lo mismo. Simplemente me diste por sentado y asumiste que siempre te dejaría entrar.
Yo pensé lo mismo en algún momento, créeme. Pero hubo un momento de epifanía que me hizo ver con claridad.
Me hizo ver que si seguía en esta montaña rusa emocional contigo sólo iba a enfermar.
Cada vez que sentía que íbamos a alguna parte, me decepcionabas. Cada vez que creía en tus promesas, me decepcionabas.
Cada vez que me sentía feliz por algo que tú hacías, lo pagaba con un enorme dolor. Por eso tuve que ponerle fin.
Tenía que dejar de permitir que me trataras así. Tenía que respetarme lo suficiente como para no dejarte entrar de nuevo. Tenía que deja de hacerme perder el tiempo y darte cuenta de que nunca estarías preparado.
Tuve que proteger mi corazón porque no soportaba que fueras y vinieras de mi vida. Tuve que mirar más allá de mis sentimientos por ti y recordar lo que me merecía.
Tuve que alejarme de ti para encontrarme a mí misma, amarme y ser feliz por mí misma.
Tenía que convertirme en mi propia prioridad para que dejaras de tratarme como una opción.