Desde el principio supo que está y estará sola. Sabía que, por muchos amigos que tuviera, tendría que enfrentarse a sus problemas sola.
Sabía que esos problemas no desaparecerían así como así. Pero no quería admitirlo porque no estaba preparada para actuar en consecuencia.
Sabía que no podía confiar en nadie porque la confianza casi siempre se da por sentada.
La gente la rompe tan fácilmente sin mirar atrás. Desde muy joven supo que tendría que depender sólo de sí misma.
Llegó a comprender que la gente miente y engaña. Aprendió que no todo el mundo es honesto y que no todo el mundo vela por tus intereses.
Aprendió a comprender que las personas sólo se preocupan de sí mismas y que, mientras sean felices, todo va bien.
Vio que los corazones se rompen y que las promesas no significan nada. Aprendió que solo puede confiar en sí misma.
Aprendió que tiene que proteger su corazón, especialmente de los que más significan para ella, porque son los que más daño pueden hacerte.
Así fue como se desenamoró del amor. Sí, del amor. Ya no confiaba en él, porque lo único que había conseguido era angustia y un montón de lágrimas derramadas.
Cada vez que confiaba en alguien y se apoyaba en él, se caía. Cada vez que cerraba los ojos y se dejaba a merced de alguien, lloraba sola más tarde.
Aprendió que la vida no es justa. Aprendió que el destino puede cagarte encima sin remordimientos.
Nunca se rindió. A pesar de todos sus reveses, nunca dejó de intentarlo.
Cada vez que encontraba otra solución, chocaba contra la pared. No tenía salida. No podía escapar de su vida porque todas las puertas de salida estaban selladas.
Aprendió que todo el mundo es utilizado. Aprendió que la gente que debería preocuparse por ti rara vez lo hace.
Aprendió que los demás pasan por encima de la gente, aunque no se lo merezcan.
Es una chica orgullosa. Es fuerte y nunca pidió ayuda porque pensaba que a los demás no les importaban sus problemas.
Sabía que todo el mundo tiene algo que le molesta y pensó que no estaba bien echar todas sus cargas sobre otra persona.
Se encontró sola en este gran mundo. Recibía golpes todos los días, pero no caía ni se rendía.
Cuando su vida se desmoronó por completo, salió a pasear y se sentó en un lugar solitario donde nadie pudiera verla. Se tragó las lágrimas y acalló los gritos que llevaba dentro.
No quería que nadie las viera ni las oyera.
Aunque en ese momento no tenía nada por lo que vivir, no quería rendirse. Encontró toda la fuerza que le quedaba y la juntó.
No quería que la destruyeran.
Pero, con todas sus fuerzas, anhelaba que alguien viniera a salvarla. Ansiaba que alguien la escuchara, que se preocupara por ella.
Así que encontró a ese alguien. Era ella misma.
Estaba harta de depender de los demás. Lástima que tardara tanto en comprender que el único héroe que necesita en su vida es ella misma.
No habrá más promesas rotas, no más problemas de confianza y no más decepciones de la gente que menos esperas.
Tomó su propia vida en sus manos y se convirtió en su propia heroína. Se convirtió en la persona en la que más puede confiar.
Dejó de servir a los demás y de aceptarlo todo. Dejó de ser el saco de boxeo de los demás sólo porque la vida funciona así, y tienes que callarte y aceptarlo.
No, no lo aceptará y no mantendrá la boca cerrada. Ahora tiene el control absoluto de sí misma. Es ella contra el duro mundo en el que vive.
Es su momento de poner fin a todo lo malo que le está pasando. Porque puede. Porque quiere.
Nunca más se conformará con algo que no se merece sólo porque tiene que suceder. No es así, y ella tiene el poder de cambiar lo que no le guste.
Ya no deja que el destino defina su vida. Nunca le gustó eso y ahora ha cambiado para mejor.
Ya no necesita proteger su frágil corazón. Ya no necesita ponerse en guardia.
Su corazón ya no es sensible y blando. Su corazón se ha vuelto tan valiente como ella. Ya no tiene miedo de nada porque es una luchadora, preparada para cualquier batalla que le espere.
Ella es su propia persona, su propia heroína, su propia persona de confianza. Así lo ha decidido y lo ha hecho realidad.