Desde pequeña me encantaba leer cuentos de hadas y ver películas románticas, sobre todo en blanco y negro.
Me encantaba la idea de cómo los hombres verdaderos caballeros y cómo lucharon por el amor de la mujer que les importaba.
Me fascinaba el hecho de que el amor verdadero fuera algo especial, que sólo ocurre una vez en la vida. Llámenme anticuado, pero ojalá las cosas siguieran siendo así hoy en día.
Quizá nací en la época equivocada, pero la verdad es que no disfruto con ninguno de los conceptos relacionados con las citas modernas.
No me gusta porque todo el mundo asume que estoy flirteando con ellos cuando sólo intento ser amable.
No me gusta porque no puedes sonreír a un chico sin que él lo malinterprete. No puedes ser cortés sin que alguien saque conclusiones erróneas.
No me gusta porque nunca sabes a qué atenerte. Odio las citas modernas porque una relación real se ha convertido en tabú.
Mire donde mire, la gente se enrolla, flirtea o tiene aventuras. Todo el mundo tiene algún tipo de casi relación sin ataduras o son amigos con derecho a roce.
Ya nadie es exclusivo y todo el mundo se niega a etiquetar las cosas y no veo qué sentido tiene todo.
Puedes acostarte con un chico durante meses o años y seguir sin saber a qué atenerte con él y eso es demasiado agotador y cansino para mí.
No me malinterpretes: no juzgo a las personas que disfrutan de este tipo de relaciones, pero simplemente no es lo mío y no es algo con lo que me sienta cómoda.
No me gusta porque todo gira en torno a los textos y las redes sociales. ¿Cuándo fue la última vez que un chico se te acercó y te invitó a tomar algo enseguida?
¿Cuándo fue la última vez que alguien te cortejó sin esperar acostarse contigo en la primera cita? ¿Cuándo fue la última vez que un chico te llamó por teléfono en lugar de mandarte mensajes todo el rato?
¿Cuándo fue la última vez que mantuvo una conversación sincera y cara a cara con un hombre, mirándole directamente a los ojos y viendo cada una de sus emociones?
No me gustan las citas modernas porque todo el mundo con el que me encuentro está interesado en jugar a juegos mentales y enviar señales contradictorias.
No digo que todos quieran utilizarte, pero la cruda realidad es que ya casi nadie es sincero. La mayoría de los hombres no te dirán lo que realmente buscan y no serán sinceros sobre sus intenciones contigo.
En cambio, muchos te mentirán y te engañarán para poder guiarte todo lo que quieran y eso es lo último que necesito en mi vida.
Lo odio porque se espera de mí que encaje en una caja en la que no me encuentro. Porque se espera de mí que siga ciegamente algunas normas y estándares sociales si quiero encajar.
Pero sobre todo, Odio las citas modernas porque hay reglas no escritas que te dicen que tienes que ser despiadado si no quieres parecer ingenuo o estúpido.
No puedes decirle a alguien tus verdaderos sentimientos y emociones a menos que quieras salir herido de inmediato. No puedes ser romántico sin parecer patético.
No puedes decirle a alguien que te gusta, y mucho menos que le quieres, si no quieres que jueguen contigo.
En cambio, se espera de ti que te hagas el duro y actúes como si no sintieras ninguna emoción por alguien que te gusta si no quieres que te rompan el corazón.
Y es algo de lo que no quiero formar parte. Quiero tener una relación normal, a la antigua, en la que todas las cartas estén sobre la mesa.
Una relación en la que no tenga que calcular cada uno de mis movimientos y cada palabra que salga de mi boca. Una relación en la que ambos seamos sinceros sobre nuestras emociones y en la que ambos nos tratemos con amor y respeto.
Y esa es la relación por la que estoy dispuesta a esperar, el tiempo que haga falta, aun con el riesgo de que acabe sola para siempre. Porque las citas modernas son algo con lo que no estoy dispuesta a conformarme.