Cuando se trata de amor, los hombres nos han puesto muy difícil a las mujeres mantener nuestros estándares. Si somos exigentes, pedimos demasiado.
Si no tenemos límites, somos demasiado obedientes. Si no hacemos nada, no sabemos lo que queremos.
Pero, ¿y los hombres?
¿Bastan sus palabras para dejarnos sin palabras? ¿Creen que debemos contentarnos con el trato pobre y poco inventivo que nos dispensan (en la mayoría de los casos)?
No. ¡Definitivamente no deberíamos! ¿Y sabes por qué?
Porque los hombres de verdad te aman con las acciones más reales, no con las palabras más falsas. Ellos no creen en sólo dulces palabras.
Se arremangan y hacen realidad sus sueños.
Los hombres de verdad no se limitan a decir que quieren que seas suya y luego esperan a que saltes a sus brazos. Se arremangan y trabajan duro para conquistarte porque mereces que te persigan.
Lo único en lo que creen es en sus sueños y acciones.
Y tú eres su sueño. Los hombres de verdad no te tratan como algo reemplazable porque tienen miedo de que nunca encontrarán a alguien como tú.
Y no te hacen esperar. Aprecian cada segundo que pasan contigo.
Los hombres de verdad no se limitan a decir que te quieren. Se esfuerzan por demostrártelo con sus acciones.
Sí. Lo más fácil que puede hacer un hombre es decir que te quiere y luego no hacer nada al respecto, esperando que le creas.
Lo más fácil que puede hacer un hombre es repetir estas tres palabras durante el resto de su vida e incluso entonces probablemente no se daría cuenta de que sus palabras no significan nada si no van seguidas de acciones.
Hombres de verdad no hacen esto. No actúan como chicos. No dicen que te quieren y al día siguiente te dan la espalda.
Están aquí. Están presentes y quieren que sepas que siempre estarán a tu lado cuando los necesites.
Te miman con gestos dulces porque quieren hacerte sentir especial. Te escuchan porque les interesa todo lo que tienes que decir.
Te abrazan y te estrechan entre sus brazos en lugar de limitarse a decir que todo irá bien.
Y lo hacen porque quieren (no porque tú se lo hayas pedido). Lo hacen porque saben que una mujer merece ser tratada como una delicada flor que necesitan regar si no quieren que se marchite.
Lo hacen porque aprecian su verdadera belleza interior y no sólo su apariencia.
Los hombres de verdad te colman del afecto más real, no de promesas falsas. No te dicen que eres la elegida y luego te engañan para sus fines egoístas.
No te prometen un cuento de hadas si no están seguros de sus sentimientos porque los hombres de verdad no viven en cuentos de hadas. Saben lo que sienten por ti y actúan en consecuencia.
No esperan que te enamores perdidamente de ellos tras una sola cita.
No esperan que creas nada de lo que dicen si no te lo demuestran con sus actos. No esperan que seas algo que no eres sólo para encajar en la definición de perfecto.
Los hombres de verdad no esperan que seas perfecta porque ellos mismos saben que están lejos de serlo.
No les molesta que lleves ropa holgada porque saben que te sientes cómodo con ella. No les molesta que te enfades con ellos cuando no te dan el trato que mereces.
No tienen problemas con nada que te hace feliz.
Tu felicidad es su prioridad.
Cuando meten la pata, hacen todo lo posible para que les perdones. Cuando estás triste, hacen todo lo posible para que sonrías. Cuando alguien te hace daño, le hacen daño.
No dan por sentada tu felicidad porque verte sonreír es su prioridad.
Los hombres de verdad no se rinden hasta que consiguen hacerte feliz. No renuncian a luchar por lo que creen ante el primer obstáculo que se les presenta.
No renuncian a luchar por el amor porque saben que todo lo bello requiere esfuerzos. No renuncian a ti.
Los hombres de verdad te alimentan con amor verdadero, no del tipo tóxico.
Cumplen sus promesas en lugar de romperlas. Miran las estrellas contigo en lugar de comprarte regalos caros. Te cogen de la mano cuando tienes miedo.
Te dicen que te quieren tal y como eres. Los hombres de verdad se deshacen de tus inseguridades en lugar de hacerte sentir indigna.
Los hombres de verdad te aman con un corazón puro y no egoísta.