Últimamente, es como si tú mismo no pudieras definir el estado de tu corazón y de tu alma.
Estás pasando por una auténtica montaña rusa de emociones y parece que no puedes controlar lo que sientes, por mucho que lo intentes.
Hay días en los que crees haber superado por completo todo lo que te ha estado molestando, días en los que te sientes más fuerte y con más poder que nunca.
Días en los que crees que tu corazón roto está arreglado y que ya no hay nada del pasado que te retenga.
Estos son los días en los que estás lleno de esperanza en un mañana mejor.
Cuando eres optimista y positivo sobre el brillante futuro que seguramente te espera.
Sin embargo, también existe la otra cara de la moneda.
Hay días en los que no te apetece levantarte de la cama, días en los que te persigue el pasado.
Días en los que sientes que no te has movido ni un milímetro y como si fueras a quedarte atrapado para siempre en este dolor abrumador que te ha estado consumiendo.
Uno no puede evitar preguntarse cómo es posible.
¿El hecho de pasar por etapas como éstas es señal de que no estás progresando?
¿Significa esto que no te estás curando adecuadamente sólo porque sigues sufriendo al mismo tiempo?
Ante todo, debe comprender que seguir adelante no tiene fecha límite. Es un proceso que tiene un ritmo diferente para cada persona.
Sé que probablemente estés rodeado de personas que no paran de darte consejos y que esperan que estés totalmente recuperado para cuando ellos han previsto que ocurra.
Tal vez incluso te avergüences porque estás convencido de que tardas demasiado en volver a levantarte.
Lo que obviamente no sabes es que la curación requiere tiempo, devoción y energía.
Créeme, no es nada extraño que tengas días mejores y días peores durante este proceso.
Así que, por favor, en lugar de juzgarte por los momentos en los que el dolor se apodera de ti, siéntete orgulloso de todos los progresos que has hecho.
En lugar de centrarte en los momentos en los que permitiste que los demonios del pasado te atraparan, céntrate en todos aquellos en los que lograste escapar de ellos.
En lugar de ser tan duro contigo mismo, de vez en cuando intenta darte un respiro.
En lugar de sentirte decepcionado por el hecho de que aún no hayas dejado atrás el dolor que te ha estado reteniendo, alégrate por haber llegado tan lejos.
En lugar de pensar que eres débil, fíjate en la fuerza con la que has aguantado todo lo que se te ha venido encima últimamente.
Sí, puedes estar curando y sufriendo al mismo tiempo.
No hay nada extraño en tener miedo y ser valiente al mismo tiempo, ni en sentirse fuerte y vulnerable a la vez.
Lo importante es no dejarse vencer por los días malos.
No permitir que la parte de ti que aún está sufriendo se apodere de la que está en proceso de curación.
No rendirte sólo porque tuviste un mal día y arruinar todos los buenos que te esperan en el futuro.
Lo importante es tener fe en que siempre hay luz al final de cada túnel.
Creer en tus propias fuerzas y no pensar ni por un segundo que no saldrás de esta.
Para mantenerte centrado en los días soleados en lugar de malgastar toda tu energía y devanarte los sesos con los episodios tormentosos.
Sólo tienes que recordar cuál es tu objetivo final.
Tienes que mantenerte en tu camino, sabiendo que todo ese dolor del que aún no te has librado del todo no es más que un bache en el camino, un obstáculo que atravesarás, un reto que vencerás y una lucha que ganarás.
Así que cada vez que pienses en rendirte, empújate para seguir adelante. Porque uno de estos días, te curarás para siempre.
Un día de estos, todo el dolor desaparecerá y no te afectará en absoluto.
Cuando eso ocurra, verás que toda esta lucha valió la pena.
Y estarás orgulloso de ti mismo por haber salido vivo y más fuerte que nunca.