Todos cometemos errores. Pero tú fuiste un error como ningún otro. Quería encontrar el botón de borrar y borrarte de mi vida como si nunca hubieras existido.
Me frustré porque no era capaz de olvidar y borrar todas las cosas que me recordaban a ti. Tus recuerdos hacían que mi vida fuera tóxica.
El problema fue que me esforcé tanto por olvidarte a ti y a nuestra relación que no pude. Me obsesioné con ello hasta que finalmente me di cuenta de que Tuve que verlo todo desde un ángulo diferente.
Decidí que tenía que aceptar mi pasado como parte de mi vida, como una gran lección dolorosa que tenía que aprender.
Me di cuenta de que lo mejor que podía hacer en esa situación era aprender de mis propios errores. Es la única manera de ayudarme a mí mismo a seguir adelante y continuar con mi vida.
También me di cuenta de que no fue sólo culpa tuya que peleáramos tanto y acabáramos rompiendo. Yo también cometí algunos errores, aunque entonces no fuera consciente de ellos.
El mayor error fue dejar que me trataras como lo hiciste. Siempre actuaste como si estuvieras por encima de mí. Te creías mucho mejor que yo y por eso nunca supiste apreciarme.
Tratarme siempre como una opción y presumir delante de tus amigos no era la forma correcta de demostrar tu amor. Sólo me hizo saber que yo no valía tu tiempo.
Serías el hombre más asombroso un día y lo más bajo de lo bajo al siguiente.
Intentabas mejorar las cosas diciendo que me querías, pero mis cicatrices emocionales no se podían borrar con palabras. El amor no está en las palabras, está en las acciones.
El amor no se encuentra en los mensajes sin respuesta, las citas a las que no se acude y la falta de esfuerzo. El amor no está en ser egoísta y frío.
Verás, nunca hablamos sobre las cosas que nos molestaban, y ahí es donde también nos equivocamos. Una mala comunicación nunca conduce a una relación enriquecedora.
Nos lo guardábamos todo para nosotros. Ni siquiera intentamos afrontar las cosas de una forma sana: hablando de ellas.
Dijiste varias veces que debía darte algo de espacio, pero nunca lo hice. No es que no quisiera, es que tenía mucho miedo de que me dejaras.
Yo también necesitaba un poco de espacio personal, pero entonces no era consciente de ello. Ahora me doy cuenta de que todos lo necesitamos de vez en cuando. Una buena dosis de espacio nunca perjudica a una relación, solo puede mejorarla.
Hay muchas otras cosas que deberíamos haber hecho de otra manera. Pero no me arrepiento de nada. Yo era quien era porque estaba ciegamente enamorada de ti.
Sinceramente, nunca me había preocupado por nada ni por nadie como lo hacía por ti y mis actos no siempre estaban bajo mi control.
Ahora veo que no era algo bueno. Perder el control, perder mi terreno, perderme a mí mismo no era algo positivo.
Significaba ponerte a ti primero mientras yo me ponía en último lugar. Significaba tolerar tu comportamiento por el zumbido que tendría cuando estuviéramos juntos.
Significaba perdonar lo imperdonable en nombre del amor. Amor que en su mayor parte venía de mi parte.
Las cosas nunca debieron ser así. Pero yo estaba demasiado cerca y demasiado involucrado para ver nuestro desastre con claridad.
Por suerte se me aclaró la vista de tantas lágrimas que me provocaste.
Me dejaste valiosas lecciones de lo que nunca debe ser el amor. Me obligaste a descubrir quién soy porque estaba perdida en ti. Me perdí en la historia de lo que pudimos ser pero nunca fuimos.
Al dejarte marchar sentí como si me hubiera quitado un gran peso de encima. Me sentí más tranquilo que nunca. Me prometí a mí misma que nunca permitiría que nadie volviera a tratarme así.
Me he impuesto nuevas reglas. Me prometí que sería más amable y mejor conmigo misma. Que seré selectiva con quién salgo y que nunca seré la última en mi propia lista de prioridades.
Crecí, evolucioné y me hice mejor persona, gracias a ti, a tu falta de esfuerzo y a tu mal trato. Quién me iba a decir que el dolor que me causaste sería el mejor detonante de un nuevo y mejorado yo.
Gracias a ti, mi nueva relación es mucho más de lo que jamás hubiera soñado tener contigo. Entré en ella con el corazón limpio, la mente abierta y un sentimiento de autoestima. Eso marcó la diferencia.
Lo curioso de todo esto es que, al mismo tiempo que... tu fuiste mi error también fuiste mi mejor maestro.