Ya no me encariño porque aprendí que la gente me dejará por muy bueno que haya sido con ellos.
Tarde o temprano crearán un problema de la nada y, debido a su orgullo, me tacharán de la lista de sus amigos.
Y acabaré llorando de nuevo, maldiciendo mi mala suerte por no poder ser feliz.
Ya no me apego porque aprendí que a veces es mejor dejar ir a las personas tóxicas.
Por culpa de ellos, me ponía en último lugar y eso es algo que no quiero volver a hacer. Esta vez, quiero anteponerme a mí mismo porque me lo merezco.
Y los que entran en mi vida tienen que demostrarme que son dignos de estar ahí.
Ya no me encariño porque no quiero ser la única que se encariña.
No quiero una amistad o un amor en el que yo sea el único que lo intente. No quiero ser el único que se esfuerce para que las cosas funcionen.
Quiero que los demás me demuestren que me quieren tal como soy y que quieren que forme parte de sus vidas.
Ya no me apego porque sufrí cada vez que una persona me abandonó. Y eso es algo que no quiero sentir más.
Por mucho que me guste algo que hace alguien, nunca revelaré del todo mis emociones. En lugar de eso, pareceré una zorra de sangre fría, porque nadie quiere hacer daño a una persona así.
Todos piensan que es demasiado fuerte y que no pueden hacerle ningún daño.
Ya no me encariño porque finalmente aprendí a seguir adelante.
No necesito que la gente me complete porque me basto a mí misma. Pueden ser sólo una parte de mi vida pero nunca me entregaré por completo.
Y no es porque no quiera, sino porque tengo demasiado miedo de que me vuelvan a hacer daño.
Ya no me encariño porque aprendí a sentirme bien en mi propia piel.
No necesito que la gente me haga feliz porque si tuviera que depender de ellos, siempre estaría triste.
Aprendí que el único que debe dirigir mi vida soy yo y que puedo escuchar las sugerencias de la gente, pero al final hacer las cosas a mi manera.
Ya no me encariño porque no tengo más lágrimas que llorar.
Antes de esta decisión, yo era una chica que amaba ciegamente a todas las personas sin saber siquiera que algunas de ellas querían hacerle daño. Pensaba que todas las personas eran buenas porque yo soy así.
No podía creer que alguien pudiera sentarse contigo a tomar café un día y al día siguiente cotillear sobre ti a tus espaldas.
Y cada vez que eso ocurría lloraba hasta quedarme dormida, preguntándome por qué me pasaban cosas así cuando nunca quise que les ocurriera algo malo.
No dejaba de preguntarme si había gente buena como yo, que sólo quería vivir y dejar que los demás hicieran lo mismo. Pero, por desgracia, nunca obtuve una respuesta.
Ya no me apego porque aprendí a quererme.
No necesito que nadie me dé el amor que merezco porque me lo daré a mí misma. Ese será el mejor regalo que me he hecho a mí misma y estoy muy orgullosa de ello.
Esta vez, siento de verdad que soy digno y que Soy suficiente.
Ya no me apego porque por fin me he dado cuenta de que no se puede obligar al amor a quedarse.
Si está destinado, el amor te abandonará, no porque no merezcas ese tipo de amor, sino porque mereces otro mejor.
Ahora sé que no puedo tenerlo todo sólo porque yo lo quiera, pero hay otras personas que influyen en ello.
Sólo espero que algún día el cielo me bendiga con el tipo de amor que tanto anhelo: el que se siente como en casa.