Cuando el hombre al que creías que podías confiar tu vida y con el que planeaste tu futuro te traiciona de alguna manera, algo así te deja destrozada.
No importa si este chico te engañó, si abusó de ti o si te abandonó cuando necesitabas su apoyo más que nada: la traición es traición y nunca es algo que se pueda superar fácilmente.
No importa lo que te digan, la cruda verdad es que algo así te deja un sabor amargo en la boca.
Te deja decepcionado en el amor y en la gente en general y te causa profundos problemas de confianza, traumas emocionales y relación TEPT.
Y no sólo eso: también cambia la esencia de tu personalidad.
Te convierte en una persona negativa y resentida que siempre espera lo peor de la gente.
Al principio, después de todo lo que te hizo ese imbécil, lo único que quieres es vengarte y darle a probar de su propia medicina.
Quieres que sufra y que sienta exactamente lo mismo que tú.
Sin embargo, todo el mundo con el que hablas te aconseja que encuentres la fuerza en ti misma para perdonarle.
La gente sigue diciéndote que necesitas dejar atrás todo el dolor que te causó y que la única forma de hacerlo es dejar atrás la amargura, los rencores y los pensamientos de venganza.
Al cabo de un rato, cuando desaparece el enfado inicial, te das cuenta de que tienen toda la razón, a pesar de lo que estés sintiendo en ese momento.
Comprendes que perdonar es realmente liberador y es algo que tienes que hacer, por tu propio bien.
Te das cuenta de que no quieres que todas esas emociones negativas te sigan comiendo vivo y te persigan el resto de tu vida.
Así que, tras pensarlo mucho y luchar interiormente, decides perdonarle por todas sus fechorías.
Sin embargo, esto no significa que debas justificar las acciones de este hombre.
No significa que debas esforzarte por comprenderle o por poner excusas por su comportamiento de mierda.
Y lo más importante: no significa que debas olvidar todo lo que te ha hecho.
Acepta que las cosas salieron exactamente como estaban destinadas a suceder.
Acepta que probablemente no lo sabía y que tienes suerte de haberte librado de alguien que obviamente nunca te apreció.
Perdónate a ti misma por tus malas decisiones y perdónale a él por romperte el corazón porque es la única manera de recuperarte por completo, la única manera de ahuyentar tus demonios del pasado y la única manera de seguir adelante con tu vida de verdad, sin ninguna carga emocional que te lastre.
Sin embargo, recuerda siempre que perdonar a alguien no significa que esté bien volver a aceptarlo.
No significa que esa persona sea digna de ocupar un lugar en tu vida y, desde luego, no equivale a volver a darle tu confianza ilimitada.
Recuerda que ser una buena persona y la más grande es una cosa, pero ser tonto o ingenuo es algo completamente diferente.
Tener la capacidad de aceptar las disculpas que nunca recibiste y perdonar a quienes no lo merecían no es lo mismo que darles luz verde para que sigan haciéndote daño.
Cuando perdonas a un hombre por tratarte mal y por aplastarte, no se borra mágicamente todo el dolor que te causó.
Tu perdón no anula el hecho de que sigue siendo un gilipollas al que no le importó cómo te haría sentir, no borra ninguna de las noches en vela que pasaste por su culpa y, desde luego, no borra todas las lágrimas que lloraste por él.
Sé que ustedes dos también tuvieron hermosos recuerdos juntos y que él no siempre actuó como este hombre tóxico que resultó ser.
Sé que una vez que le perdones, en el fondo, empezarás a esperar que no repita sus errores.
Esperarás que tu corazón se ablande y que empieces a echarle de menos.
Que querrás creer sus mentiras y promesas vacías y que probablemente querrás darle otra oportunidad a vuestra relación.
Sin embargo, vosotros dos rompisteis por una razón que aún existe.
Así que créeme cuando te digo que tu perdón no cambia el hecho de que él no es el hombre para ti.