Cuando me dejaste, lo único que quería que pasara era que... volver. Recé para que vinieras a mi puerta, diciéndome que me echabas de menos y que sentías mucho todo lo que me habías hecho.
Esperaba que con el tiempo te dieras cuenta de que yo era la única mujer a la que podías amar y que comprendieras que cometiste un error al alejarte de mí.
Pero pasaban los días y los meses y nada de esto ocurría. Estaba más que claro que habías seguido adelante con tu vida y que te habías olvidado por completo de mí.
Y darme cuenta de esto me rompió el corazón de nuevo. No podía creer que fueras tan despiadado y que pudieras borrarme de tu vida, como si nunca hubiera formado parte de ella...
Pero a pesar de todo el dolor emocional que sentía, sabía que ya era hora de que yo hiciera lo mismo. Ya era hora de que continuara con mi vida y me admitiera a mí misma que formabas parte de mi pasado.
No te voy a mentir: no te superé fácilmente. Me costó mucho dolor y lágrimas aceptar el hecho de que no ibas a volver a mí y que habías dejado de quererme.
Pero con el tiempo, llegué a aceptar este hecho. Y finalmente empecé a vivir mi vida sin ti en ella.
Y fue entonces cuando reapareciste. Era como si tuvieras un sexto sentido que te decía que estaba a punto de olvidarte por completo y no ibas a permitir que eso ocurriera.
De repente, me decías todo lo que había querido oír durante todos esos meses que había pasado sufriendo por ti. De repente, todos mis sueños se hacían realidad: mi ex me echaba de menos.
Pero adivina qué-era demasiado tarde para que pudieras hacer algo.
Y no creí ni una palabra de lo que decías. Porque finalmente, sabía que no era así.
Sabía que nunca me quisiste.
Porque no dejas a la persona que amas sin ninguna razón. No te alejas de ellos, sabiendo que estás rompiendo su corazón. Y ciertamente no los dejas destrozados, mientras sigues viviendo tu vida, como si nada hubiera pasado.
Y sabía que acabarías rompiéndome el corazón otra vez si te dejaba volver.
Sabía que volverías a las andadas en cuanto vieras que te perdonaba.
Sabía que si te aceptaba de nuevo sería señal de que podías hacerme lo que quisieras.
Y que siempre estaría ahí para recibirte con las manos abiertas.
Sabía que sólo necesitabas la confirmación de que te seguía queriendo y de que podías tenerme siempre que quisieras. Sabía que sólo querías asegurarte de que tenías tu red de seguridad y tu plan de respaldo, si todo lo demás en tu vida iba mal. Sabía que sólo necesitabas a alguien que te subiera el ego.
Pero habrías acudido a la persona equivocada.
Cuando te eché, no podía creer lo que estaba haciendo. Pero ahí estaba yo, de pie frente a ti y diciéndote que te fueras al infierno. Diciéndote era demasiado tarde para que hagas algo.
Voy a ser honesto-mi corazón se rompía en pedazos mientras decía estas palabras.
Pero sabía que no merecías un lugar en mi vida. Y sabía que esto era algo que tenía que hacer si quería sanar completamente.
Había pasado tantas noches llorando hasta quedarme dormida y rezando para que esto ocurriera y ahora, cuando por fin estaba ocurriendo, era yo la que dejaba que se me escapara de las manos. Cuando por fin viniste a mí, diciéndome todo lo que quería oír, fui yo quien te ahuyentó.
Para ser honesto, tenía miedo de arrepentirme de mi decisión en el momento en que viera que realmente te alejabas de nuevo. Tenía miedo de que fueran mi rencor y mi ego los que hablaran, y de acabar suplicándote que volvieras.
Pero, por suerte para mí, nada de esto ocurrió. Me mantuve firme en mi decisión, sabiendo que era lo correcto.
La verdad es que ni una sola vez me arrepentí de no haberte aceptado.
Y ahora sé que fue la mejor decisión de mi vida.