Dejar una relación puede ser una experiencia tumultuosa. Todos sabemos que alguien que atraviesa una mala ruptura necesita tanto un poco más de atención como un poco más de espacio. Es un momento delicado en el que las emociones pueden subir y bajar rápidamente por razones que sólo tienen sentido para el subconsciente.
Abandonar una relación tóxica o narcisista es aún más difícil. Tu yo y tu estado están en guerra. Te han negado y marginado durante tanto tiempo que ahora te lo haces a ti mismo sin tenerlo en cuenta. Cuando te das cuenta de que te has hecho a ti mismo lo que él o ella solía hacer, te invaden la rabia y la vergüenza por haber vuelto a caer en el viejo patrón.
Esto no se arregla con una charla de diez minutos. No es algo que se solucione de una vez. Esto es un proceso, y se mide en sonrisas y pasos de bebé y pequeños actos de bondad hacia ti mismo.
Rara vez dos personas se curan de la misma manera de la misma situación, y se han desarrollado muchas estrategias y métodos. Algunos métodos son recomendados por profesionales, y otros son mecanismos autodidactas de afrontamiento que proporcionan una escalera.
Un método consiste en ahondar en el pasado y en todas sus razones con un terapeuta u otra persona neutral. A algunas personas les resulta muy útil. Puede darle un cierre y claridad a una situación que le ha causado confusión y dolor. También puede sacar a la luz algunos patrones o tendencias que te hicieron más susceptible a los avances de tu ex.
Otra opción es buscar un coach que le ayude a definir y alcanzar objetivos como método para avanzar. Este enfoque deja a un lado el pasado y se centra en mejorar desde donde se encuentre en ese momento. Deja de lado el intento de retroceder sobre cómo se ha llegado hasta donde se está, y se centra en definir dónde se está y dónde se quiere estar. Esto puede ser útil para las personas a las que les gusta alcanzar objetivos concretos y tienen una sensación de logro al dar pasos hacia esos objetivos.
Ambos métodos son válidos y, de hecho, pueden ser utilizados por una misma persona. Algunos profesionales utilizan ambos, empezando como consejeros y pasando al coaching cuando la persona está preparada.
Algunas antiguas víctimas siguen adelante por su cuenta, avanzando y limpiando sin ninguna dirección de fuentes externas. Este método requiere fuerza de voluntad y determinación, y sólo funcionará si estás dispuesto a hacer el trabajo y la investigación por tu cuenta. Una advertencia: este método suele ser el más duro, el más doloroso y el que lleva más tiempo, pero es el que te da más control y privacidad. Eso puede ser un arma de doble filo.
La última opción que se contempla aquí es reclutar a un grupo de personas, ya sean amigos, familiares o un grupo de apoyo, con las que puedas compartir tus experiencias de una manera menos formal, más social. Si eliges esta opción, asegúrate de que las personas de tu grupo estén dispuestas a escuchar, incluso cuando les resulte difícil hacerlo, y de escuchar cuando te necesiten. Esto puede ser útil, pero se basa en forjar relaciones y debe haber normas acordadas. El nivel de confidencialidad acordado debe ser muy claro, y todos deben ofrecer compasión sin juzgar.
En última instancia, tú decides cómo curarte. Estas opciones no son ni mucho menos todos los métodos que se ofrecen, pero son los más accesibles y los más fáciles de aplicar a corto plazo. La mayoría de las personas que buscan un rejuvenecimiento personal encontrarán útiles uno o varios de estos métodos. El cómo y el por qué exactos variarán mucho, por supuesto.
El punto principal aquí no es el método de curación que elijas, sino tu voluntad de someterte al proceso. Como ya he dicho, no se trata de una actividad para una sola sesión. Habrá arranques, paradas, desvíos y giros equivocados. Por el camino, tu historia se desarrolla. Creces y aprendes, y si descubres que estás cambiando en aspectos que no te gustan, puedes corregir el rumbo en función de tus objetivos.
Puedes curarte. Puedes recuperarte. La vida es dinámica y todo cambia. No te rindas. Hagas lo que hagas, no te rindas.
por Jessica Hyten
