Cuando recuerdo los días y meses que pasamos en nuestra ciudad, simplemente conduciendo en tu coche y sentados en la playa, se me para el corazón. Me pregunto cómo es posible todavía. Han pasado dos años desde nuestro último beso, pero no recuerdo el sabor de tus labios ni tu olor. Sólo recuerdo la sensación que tuve cuando me abrazabas, allí en la playa.
Nuestra historia no tiene nada de especial si la comparo con algunas historias de 'Romeo y Julieta'. Nos conocimos porque teníamos un amigo en común, nos reímos porque teníamos el mismo sentido del humor. Quizá sea mejor describirlo así: Siempre me gustaron mis bromas y tú fuiste la primera persona a la que le gustaron tanto como a mí. Me gustaba cómo me mirabas, como si yo fuera algo tan diferente y hermoso, aunque fuera una chica corriente a la que le encantaba ver la tele y salir con los amigos.
Supongo que te gustó que no fuera complicada y que no te pidiera nada. Tu vida no era así. Sin embargo, me di cuenta más tarde, cuando ya era demasiado tarde. Fue tan decepcionante descubrir que te fascinaba tanto mi sencillez y amabilidad, sólo porque todas tus ex novias eran tan exigentes. La razón por la que eran así era porque engañabas a algunas de ellas, mentías y fuiste egoísta.
Al principio, no lo veía. Me di cuenta de que es verdad que la gente enamorada es ciega. Cuando me heriste la primera o la segunda o la tercera vez, lo ignoré. Siempre encontré una buena excusa para ti. Mis amigos te veían como eras. Me dijeron millones de veces que no eras lo bastante bueno para mí, que no me merecías y que sólo pensabas en ti y en lo que te convenía.
Sabía que tenían razón, en el fondo conocía la verdad, pero seguía ignorándolo todo. ¿Qué conseguí con eso? Más decepciones y humillaciones. La razón por la que seguía contigo era que eras tan buen mentirosome manipulaste perfectamente y pudiste hacerlo tan fácilmente porque yo era tan enamorado de ti. Te quería porque eras valiente, siempre me sentí protegida contigo y nadie antes me había hecho sentir tan guapa como tú.
Y entonces llegó el momento. Sabía que tenía que dejarte marchar porque estar contigo me estaba haciendo más daño que felicidad. Sentía que me estaba perdiendo y convirtiéndome en algo que no era. Querías hacerme pequeña, para poder ser más grande para ti. Y eso no es amor. Fue duro al principio, te echaba de menos y no quería hablar de ti con nadie. Necesitaba librar esta lucha sola, porque era mi enemigo, esa parte de mí que aún te amaba.
Hace dos años que no vivo en esa ciudad' Siempre me alegro cuando voy porque tengo muchos recuerdos bonitos, pero siempre tengo miedo de verte. No sé cómo me sentiría. Ahora soy feliz, lo tengo a él y es lo mejor que me ha pasado. Me quiere y me respeta de una forma que tú nunca podrías haber hecho.
Para cuando me había olvidado de ti y seguí adelante con mi vidaempezaste a mandarme mensajes sobre lo mucho que me echabas de menos. Supongo que es la justicia que te da la vida. Hay que aprender una lección. Ahora estás sintiendo todo lo que yo sentí cuando me rechazaste, cuando yo era el número dos o cinco o diez en tu vida, mientras que tú eras mi número uno.
Es curioso cómo funcionan los recuerdos: hay cosas que no podemos recordar y otras que nunca podremos olvidar. Nunca podré olvidar aquellos días en la playa en los que me hacías reír, aunque me hicieras daño. Así que sí, una parte de mí aún te quiere, pero ahora sé que necesito ser mi número uno.