Le esperaste. Le diste todo el tiempo del mundo para recomponerse. Le diste un millón de oportunidades y le mostraste lo mejor de ti. Le diste más de lo que se merecía y, cuando sentiste que ya no se lo merecía, seguiste dándole con la esperanza de que al final se fijara en ti, viera lo que estás haciendo por él, reconociera tu sacrificio y luchara por ti y por tu amor. Pero no lo hizo. En lugar de eso, te puso en manos de otra persona.
Él es el culpable de que ya no estéis juntos. Sus acciones cortaron todos los lazos que os mantenían unidos. Literalmente, no se esforzó en satisfacer tus necesidades ni en darte el amor que merecías. Pero cuando él no supo ni quiso luchar por tu amor, hubo -y sigue habiendo- alguien que quiere darte el mundo y más.
Esperaste tanto tiempo por él y cuando no recibiste respuesta, seguiste adelante. Hiciste exactamente lo que debías. Te lo debías a ti mismo. Nunca le importó mostrar sus emociones, hasta que la realidad le golpeó, hasta que fue demasiado tarde. Le hiciste sentir el dolor más profundo que puede sentir un ser humano cuando te vio cogida de la mano de otra persona.
Cuando te vio con él, fue cuando se dio cuenta de que te había perdido. Fue entonces cuando se convenció de verdad de que ya no eras suya y de que todas las oportunidades que había tenido hasta entonces se habían esfumado.
Al instante se arrepintió de cada mala palabra que le dijo. Sintió cada uno de sus golpes emocionales hasta en el hueso más pequeño de su cuerpo. Cada vez que decía algo para hundirte le salía el tiro por la culata.
Se arrepintió por cada vez que hizo una escena de la nada, por cada vez que te hizo callar por tener a otro hombre en tu vida que no fuera él, por cada vez que decidió no creerte cuando dijiste que sólo tenías ojos y corazón para él.
Tu mano en la de otra persona le hizo recordar cada momento: tú en sus brazos, su cabeza en tu regazo mientras le pasabas la mano por el pelo, tu risa estridente, la forma en que te atabas el pelo, y una foto tuya con tus vaqueros favoritos pasó ante sus ojos y quiso tener todo eso de vuelta. Pero ese barco zarpó hace mucho tiempo.
Lo más doloroso que le perseguirá el resto de su vida es el hecho de que eligió no luchar por ti. Eligió dejarte marchar, dejó que te fueras y no hizo nada al respecto. Ahora que estás con alguien que realmente te merece, es hora de dejar atrás el pasado.
Cuando se dio cuenta de que ya no eras suya, le gritaron las tripas, apretó los puños, le temblaron las mejillas y se le nubló la vista. Su primer instinto fue arrancarte la mano de la suya, pero, para eso, ya era demasiado tarde.
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