Crees que enamorarse da miedo. Te dejas llevar por algo que no puedes controlar: tus emociones.
Además, te estás abriendo a una persona completamente nueva. Le dejas entrar en tu vida sin reprimirte; te expones.
Te arriesgas a que te hagan daño y te rompan el corazón. Y eso es algo que todos tememos, queramos admitirlo o no.
Por otro lado, piensas que desenamorarse siempre es un alivio. Que esa sensación de pasar una nueva página de tu vida equivale a una liberación emocional, física y mental.
Pues piénselo otra vez. El proceso de desenamorarse es todo menos eso. De hecho, en la mayoría de los casos, da más miedo que enamorarse. He aquí por qué.
1. Es algo que nadie quiere
Seamos realistas. No importa dónde te encuentres en la vida ahora mismo, todos queremos enamorarnos en algún momento.
Puede que actualmente huya de ese pensamiento debido a una experiencia dolorosa anterior, pero lo cierto es que uno de los objetivos últimos de toda persona viva es, entre otros, encontrar el amor romántico.
Cuando eso ocurre, nadie piensa en el final. En cambio, a todos nos gusta suponer y esperar que cada relación que entablamos durará toda la vida. Que cada vez que nos enamoramos, será para siempre.
No esperas que tu romance termine cuando lo estás empezando. No pones fecha de caducidad a tu relación ni a tus sentimientos.
Sin embargo, por desgracia, las cosas no siempre acaban como queremos e imaginamos. A veces, te desenamoras, a pesar de que era lo último que habías planeado.
Y eso lo hace todo aún más aterrador: el hecho de que nos golpea, en contra de nuestros deseos. Que sea algo que no podemos controlar y que nunca deseamos.
2. Te haces daño a ti mismo y a la otra persona
Desamor nunca es pan comido y es todo menos fácil. Por el contrario, es doloroso tanto para la persona que lo experimenta como para la que se queda atrás.
Cuando te estás enamorando, nunca esperas que las cosas se vengan abajo. No lo haces sabiendo conscientemente que pronto te harás daño a ti mismo y a la persona a la que hasta ahora querías tanto.
Sin embargo, cuando se trata del proceso inverso, todo es diferente. Se trata de un proceso desgarrador que no puede evitarse.
Puede que tu relación sea teóricamente perfecta, pero simplemente no sientes nada por tu pareja. Si este es el caso, entonces te sientes culpable por permitirte desenamorarte de alguien que no lo merecía.
Te sientes culpable por no poder controlar el hecho de tener que romper su corazón en pedazos. Y saber que también destroza el tuyo.
Cuando te obligas a desenamorarte de alguien que conoces
no merece tu corazón, también duele. Duele saber que tienes que dejarlo ir, que debes alejarte, que tienes que matar todas tus emociones.
3. Cuestionas todo lo que sabías
Cuando te estás desenamorando, empiezas a cuestionarte a ti mismo, a tu pareja romántica, toda tu relación y todo lo que una vez supiste sobre el amor.
¿Estás haciendo lo correcto? ¿O estás cometiendo el error de tu vida?
¿Es sólo una fase? ¿O realmente todo lo que has sentido por tu pareja se ha ido para siempre?
Todas estas preguntas te ponen ansioso, deprimido y nervioso. Y lo que es más importante, te hacen dudar de tu propia cordura y de tu capacidad para tomar decisiones.
4. Sales de tu zona de confort
No importa si fuiste feliz en el amor o no, a lo largo de los años, este sentimiento se te ha hecho familiar. Se ha convertido en parte de lo que eres y ahora tienes que dejarlo atrás.
No importa si te estás desenamorando después de una relación duradera o con alguien que nunca te correspondíEl punto es más o menos el mismo.
Ese sentimiento que te ha abrumado durante años y que se ha convertido en tu consuelo ahora ha desaparecido y tienes que seguir adelante sin él.
Tienes que reinventarte y descubrir la vida sin esas emociones que tantas veces te guiaron.